La ilusión de los Reyes Magos
Papá Noel, los Reyes Magos, el Ratón Pérez, el Hada de los dientes o el Conejo de Pascua (anglosajón) son figuras presentes en la infancia y son compartidas con ilusión de generación en generación.
Se tratan de relatos universales que forman parte de representaciones sociales y que ponen de manifiesto nuestro pensamiento sobre el mundo, los otros y nosotros mismos. A través de los mitos, las tradiciones y las leyendas es como las mayores generaciones transmitimos diversos modos de estar en el mundo a los más jóvenes. Se trata de relatos integrados en nuestra condición humana y si no tuviésemos éstos tendríamos otros. Nos encantan y nos permiten conectar con nuestros anhelos, deseos, temores.
Razones para continuar la tradición
Desde mi formación y experiencia profesional -más allá de ciertas críticas sobre si se engaña o no a los niños o si sirve a fines mercantilistas- pienso que estos relatos universales tienen valor en cuanto estimulan la imaginación de los niños y permiten transmitir valores morales y sociales, como la espera, la recompensa, el esfuerzo, la generosidad, el valor de las cosas, entre otros. Dan lugar al despliegue de la curiosidad y desarrollan la capacidad de juego, nos enriquecen con sus símbolos que tienen un gran valor en el desarrollo de la estructuración del psiquismo humano.
Como padres, en nuestra tarea compleja de acompañar el crecimiento de nuestros hijos, intentamos ayudarles a buscar modos -siempre singulares y subjetivos- que den sentido a la vida. Por eso los cuidamos, estimulamos su imaginación (como con esta ficción social compartida), les acompañamos en sus aprendizajes y en el desarrollo de su intelecto, manteniendo un lugar siempre difícil entre ayudarles sin aplastarles para dar oportunidad de que descubran sus propias herramientas necesarias para enfrentarse a los problemas que les toquen vivir.
La ilusión de los reyes Magos
«Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar.»
Extracto del poema Agranda la puerta padre. Miguel de Unamuno
El anhelo por la tradición de los Reyes Magos responde a desear tener o volver a creer en esos padres que alguna vez pensamos que teníamos, esos padres maravillosos, omnipotentes y omniscientes que creíamos que nos podrían amparar de por vida de cualquier peligro que se nos presente. Creencia y vivencia necesaria para todo recién nacido, para encontrarse con un recibimiento que le permita descubrir al mundo como un sitio agradable en el que apetece vivir.
Cuando la ilusión se rompe prematuramente
«Te juro que es mentira los Reyes son los padres,
Es mentira que ha muerto el Rock and Roll;
Es mentira que sepan a vinagre
los besos sin amor.
Para mentiras las de la realidad
promete todo pero nada te da….»
Joaquín Sabina Es mentira.
Hoy por la mañana me entrevistaban desde Radio Club Tenerife (Puchi Mendéz en su programa Hoy por Hoy Tajaraste) al respecto de cuando la ilusión se rompe tempranamente (entre otros temas). Conversación grata que me ha hecho reflexionar mucho una vez concluida y que conecta con este artículo que venía desarrollando.
En situaciones donde la ilusión se pierde tempranamente, nos encontramos niños privados de disfrutar y dar rienda suelta a la imaginación, por lo menos en lo que a esta fiesta se refiere. Como adultos nos duele, nos apena, como ya nos hemos apenado en nuestra propia desilusión infantil. El niño queda privado tempranamente de poder disfrutar de esta ilusión en compañía, y de poder compartir con la comunidad que así lo vive. Muchos adultos disfrutamos de ver el reflejo de la ilusión en los ojos de los pequeños, de algún modo revivimos las mismas ilusiones vividas en nuestra infancia que han quedado atrás. Pero, antes o después a todos nos toca a todos aceptar que los Reyes Magos son los padres y que aquellos padres que creímos capaces de protegernos toda la vida, harán lo mejor que puedan lo que esté a su alcance. Es lo que tiene crecer, que es también vivir. Y la vida exige ajustes y aceptaciones a nuestro pensamiento mágico infantil que viene como contracara de nuestra desvalidez.
Verdades verdaderas
No siempre que un niño escucha «una verdad» -dicha por un adulto que se ha ido de boca-, la ilusión se rompe, dependerá de la capacidad de comprender esas «verdades» de cada niño. No sólo de su edad madurativa sino de su capacidad de comprender aspectos puramente humanos y de las vivencias que haya tenido que le han permitido mantener ciertas ilusiones o no.
Personalmente me preocupan más aquellos niños que nunca han tenido ilusión, y no me refiero a niños a los cuales los padres deciden no transmitir esta ficción cultural (que es otra opción a ser respetada) sino aquellos que no han podido vivir la experiencia de que alguien vele por ellos, que se han visto desde muy pequeños confrontados ante todo tipo de peligros, realidades abrumadoras y descarnadas, que han vivido diversos tipos de abuso, robándoles su infancia y que desgraciadamente son más de los que queremos pensar. Dejemos a Joaquín Sabina con su acidez para los mayores, necesitamos una infancia con su tiempo de ilusión, donde poder sentirse protegidos y a salvo. Para que puedan ser niños y no adultos cuando toca serlo.
Niños investigadores
Volvamos a los niños que han vivido su ilusión y que empiezan a investigar sobre la realidad. ¿Cómo acceden los niños al saber? Encontramos cada vez niños más pequeños que conjeturan sobre estos mitos. «Este Rey Mago no es como el que nos visitó en el cole» Miran cada Papá Noel que nos encontramos en los grandes almacenes buscando pistas. Algo hace ruido, una barba diferente, la barriga menos abultada, una voz más grave. Otros han adivinado que debajo de aquel traje se encontraba su abuelo pero prefieren seguirles el juego. Y es que los niños quieren saber y no saber al mismo tiempo. Por eso que pregunten no quiere decir necesariamente que nos quieran escuchar.
Los adultos a veces también funcionamos así sobre aspecto que nos atañen a nosotros mismos. A veces se pregunta como el que busca pistas de su amante alevosamente infiel y ante cada una que descubre encuentra modos para justificarlos, eso no puede ser, de ninguna manera. ¡No puede ser, que va! Pero sigue hurgando por donde puede buscando una señal clara, inequívoca. Para volver a no creer. «Ojos que no ven corazón que no siente» Y algunos ojos por no sentir, se quedan cerrados, distraídos, mirando para otro lado. Algunos enmudecen, se ensordecen y hasta dejan de pensar.
Hércules Poirot resuelve el caso
Volvamos a los niños. Ellos teorizan, buscan entender el mundo, preguntan, en un continuo fluir entre su deseo de saber y no querer saber. Pero, antes o después la realidad se impone. No todas las preguntas que nos hacen significan inequívocamente que quieran escuchar. Lo vemos claro en los pequeños investigadores de sus orígenes con toda la gama de teorías sexuales que construyen los niños. (¿Por qué nacen los niños? ¿Cómo nací? etc.) Ya siendo un poco mayores los niños estarán en condiciones de plantear interrogantes de los que está ya dispuestos a resolver y tolerar «la verdad» aunque duela. Un dolor que podrá soportarse porque ya han podido desarrollar ciertas herramientas para desenvolverse con un grado mayor de autonomía.
«Entre la verdad -si es que existe- y la mentira que es mucho más fácil de certificar tenemos un amplio abanico donde encontramos metáforas, bromas, ficción, sueños, delirios y creencias, seguidos desde muy cerca por el arte y las teorías sexuales infantiles con todos sus derivados adulto científicos de hipótesis y teorías.» (Michelena)
Cuando un niño pregunta con pruebas numerosas, que cierran su teoría (o mejor dicho agujerean sus viejas teorías), permanecer manteniendo una ficción ya no cumple la función de andamiaje del mundo de la fantasía del niño. A estas alturas de la investigación conviene no negarla como tal, sino sería descalificarlo en su propias percepciones y esto puede acarrear diversas consecuencias.
El niño pobre del portal
Todos nacemos desvalidos y con abrumadoras necesidades de ser sostenidos y abrazados por nuestros seres queridos, brazos transmisores de lo intrapsíquico y lo cultural. Nuestros padres son quienes dan sostén a nuestro desvalimiento e indefensión y nos introducen en el mundo simbólico y cultural.
Sigmund Freud nos abrió los ojos para comprender que nada puede sepultarse de una vez y para siempre y que nuestros deseos y frustraciones infantiles se conservan en nuestro psiquismo, lo pasado persiste para siempre y reaparece de múltiples formas, en los sueños, en los aspectos lúdicos de las tradiciones en las que participamos y en nuestros deseos más profundos, que hacen que deseemos permanecer vivos para que podamos sentir quizá en alguna medida que atrás de nuestros hijos éstos deseos se reactualicen. Eso nos mueve a mantener la vigencia y poner tanta pasión en colaborar y construir el futuro de nuestros hijos como esos Reyes Magos maravillosos que trajeron regalos a un pobre niño cuidado por padres pobres en un pequeño portal de Belén.
Bibliografía de referencia:
Michelena, M. (2006) Saber y no saber. Curiosidad Sexual Infantil. Ed. Síntesis. Madrid.
Palacios, E. (2014) ¿Por qué los Reyes Magos Mantienen su actualidad año tras año? Blog de la APM Opiniones de Psicoanalistas.