Gestando un vínculo -Salud mental materna en el embarazo
La preocupación sobre el estado de salud mental materna en el embarazo va cobrando mayor reconocimiento en el mundo. Hoy existe la propuesta del primer Miércoles de Mayo como día mundial que le de visibilidad (6 de Mayo en 2020). Según la OMS, 1 de cada 6 mujeres puede experimentar algún trastorno psicológico durante el embarazo o el postparto lo que puede tener importantes consecuencias para ella, el bebé, la familia cercana y la sociedad.
Ante esta situación, la sociedad en general y los profesionales del ámbito de la salud en particular, estamos convocados a dar visibilidad a esta problemática y brindar ayuda a todas aquellas mujeres, que presentan dificultades y que muchas veces no cuentan con espacios en donde ser comprendidas en su sufrimiento.
Deseo que este artículo pueda ayudar: a las embarazadas a comprender mejor sus emociones durante la gestación, y a los futuros padres, abuelos/as para que puedan conocer mejor los estados normales del embarazo y el postparto y los riesgos, para poder acompañarlas de la mejor manera posible.
Las emociones en el embarazo
El embarazo es un verdadero torbellino emocional y corporal en la vida de una mujer. Durante el crecimiento intrauterino, podemos observar en las mujeres gestantes ciertas variaciones en el estado de ánimo, afectaciones del sueño y la alimentación, aumento de preocupaciones y/o nivel de ansiedad, sin que pensemos en la presencia de patología. Puede ocurrir que el embarazo de lugar a preocupaciones repetitivas, estrés, ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, tristeza, desmotivación, enfado, miedos o diversos grados de rechazo a la situación de embarazo o al bebé, y seguimos hablando en términos de normalidad.
La idealización de la maternidad
En nuestra sociedad actual que tiende a idealizar la maternidad, las mujeres que se animan a compartir estos estados emocionales suelen sentirse en muchos casos cuestionadas en su deseo de maternidad (¿No era lo que querías?) o enjuiciadas sobre sus posibilidades futuras de buen hacer materno (¡Si ahora estas así de nerviosa vaya madre que vas a ser!) a pesar de que quienes les rodean y escuchan no tengan esa intención. Lo cual pone de relieve la importancia de que tengamos en cuenta la manera en la que escuchamos y damos lugar a las mujeres a expresar sus sensaciones.
A veces la mujer recibe recomendaciones bienintencionados :“¡No te pongas así que le transmites al bebé! ¡Tienes que estar bien! ¡Debes controlar tus nervios! ¡Tienes que ser positiva! ¡No puedes tener esos miedos!” Si bien es cierto que desde la psico-biología se conocen diversos mecanismos en los que las emociones de la mamá gestante generan ciertos efectos o sensaciones en su bebé, lejos del efecto deseado suelen incrementar el malestar. Pedirle a una mamá con ansiedad que se calme, querer convencer a quién tiene miedo de que no debiese tenerlo o a quién está decaída que no se ponga triste, suele resultar inútil y en otros casos iatrogénico, incrementando la intensidad del malestar y generando sentimientos de culpabilidad que suelen provocar un gran desconcierto en la mujer.
Sensaciones fetales
Entre los mecanismos de transmisión materna neurobiológicos hallados el más recurrente suele ser el de que la ansiedad materna favorece el parto prematuro (Hedegaard 1993), que puede afectar el desarrollo y la conducta infantil (O´Connor 2002) o que el estrés de la madre favorece el bajo peso (Lou 1994), entre otros. No podemos olvidar que psique y cuerpo están interrelacionados por lo que a éstos cambios le acompañarán vivencias emotivas intra- uterinas .
¿Cómo el bebé percibe estas variaciones? Francoise Dolto, psicoanalista francesa nos dice que lo emotivo en el bebé, se puede describir como lo que representan para él las percepciones circulatorias, variables con el aumento o la disminución del flujo circulatorio umbilical, y las percepciones de variaciones en la tensión uterina. Este estado emotivo arcaico de la época fetal deja rastros en las asociaciones representativas órgano-emocionales narcisistas, en todas las representaciones sexuales posteriores de los seres humanos, ligadas al bienestar y al malestar orgánicos inconscientes de los que dan fe.
Pero, la conexión entre los estados emocionales de la madre tienen efecto más allá de la gestación, de algún modo matizarán el establecimiento del primer vínculo entre ambos. Vínculo que se va gestando entre mamá-bebé durante el embarazo pero que se concretizará en la manera en la que el bebé pueda sentirse acogido al nacer.
El vínculo mamá y bebé en el embarazo
Así como el embrión se debe implantar físicamente en el útero materno para continuar su desarrollo, también requiere establecerse psíquicamente, haciéndose un lugar en el mundo interno de su madre. El bebé va ocupando un lugar en las ensoñaciones, pensamientos, anhelos y temores de su mamá, donde irá adquiriendo un significado particular a lo largo de los meses de gestación. Ella lo imagina, lo recrea en su cabeza, fantasea escenas, le busca un nombre y a su vez el bebé en desarrollo le genera sensaciones (desconcertantes y/o gratificantes) nunca antes experimentadas. Así mamá y bebé van construyendo los pre-requisitos de su vínculo.
Gran parte de la capacidad del bebé para relacionarse y establecer vínculos afectivos futuros dependerá en gran medida de como se establezca este primer vínculo con su mamá, su “figura de apego” dirá el psicoanalista británico John Bowbly. Diversas dificultades en la madre pueden obstaculizar este futuro encuentro con su bebé. Madres a las que la intensidad del embarazo o el parto puede dar lugar a la irrupción de diversas angustias no siempre conscientes.
La salud mental en el postparto
El parto -uno de los acontecimientos de mayor intensidad en la vida de una mujer- demandará una cierta elaboración psíquica las semanas siguientes al nacimiento. Su intensidad dependerá de la singularidad y las vivencias subjetivas del mismo. La parturienta agotada, tal vez con sus puntos, sus pechos ardiendo y envuelta en un torbellino de emociones se encuentra ante la imperante necesidad de supervivencia de su bebé. Para eso tendrá que encontrar modos en los que vincularse con su bebé que le permitan interpretar, decodificar, contener y dar respuesta a las señales de intercambio y comunicación que el bebé le transmite. Tendrá que alimentarlo, no sólo con su leche, sino también con sus palabras. Para poder dedicarse de este modo requerirá de una tranquilidad interna y ciertas energías, (además de toda la ayuda externa posible) aspectos que cuando se presentan alternaciones mentales pueden verse afectadas.
La salud o la psicopatología en la vida de los seres humanos se despliega en un gradiente, la patología vendrá dada por un incremento de los niveles o de la frecuencia de ciertas manifestaciones. En el caso del embarazo y el postparto los trastornos más frecuentes que afectan a las mujeres con independencia de la edad, nivel económico, cultural y etnia; son: trastorno ansioso o del estado de ánimo, trastorno depresivo, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno bipolar o psicosis postparto.
Dificultades previas al embarazo
Es importante también no perder de vista cuando existen patologías previas en la mujer, ya que las variaciones de estado de animo del embarazo pueden incrementarse notoriamente, dando lugar a diversas consecuencias para la madre, pero también para el niño. Mujeres toxicómanas, que ponen en riesgo su vida y la del bebé. Aquellas que padecen patologías que presentan confusión mental, que en algunos casos pueden llegar a pasar inadvertido un estado de embarazo avanzado. También mujeres que padecen trastornos de la alimentación pueden llevar muy mal los cambios físicos que conlleva el embarazo, y en sus restricciones alimentarias o excesos de actividad física (vigorexia) pueden perjudicar seriamente al bebé. (Los anglosajones lo denominan pregorexia o mommyrexia). Éstos son sólo algunos ejemplos entre muchos.
La conexión emocional madre – bebé
A partir de Freud, varios psicoanalistas, han descrito el papel de la madre en al primerísima infancia, fundamentalmente como contenedora o filtro protector de estímulos intolerables para el niño (Bergman y Escalona, 1949; Rubinfme, 1962; Masud Khan, 1964; Martin James, 1986). Winnicott (1958) ha introducido la expresión «pre-ocupación materna» e insistido en la importancia de lo denominó «situación de amparo» para el bebé muy pequeño. (Citados por Tustin)
Bion (1962) nos ha ayudado a comprender mejor esta función materna esencial con sus indicaciones sobre la manera en que la madre afecta el desarrollo mental del infante por medio de su propio pensamiento reflexivo. En donde la madre nodriza alimenta su bebé, no sólo con su leche, sino también lo provee de salud mental y le ayuda a digerir sus vivencias. Con su capacidad contenedora y calmante la madre alivia a su bebé de los excesos de tensión nerviosa que el sistema neuro-mental inmaduro del infante es todavía incapaz de gobernar por sí solo.
Klaus y Kennel (1976) han denominado a la protección necesaria del recién nacido como un «útero pos-natal». Helen High (1984) nos dice que así como la placenta no deja pasar lo que pudiera ser nocivo para el feto y recicla sus fluidos corporales de suerte de devolverlos en una forma propicia para un desarrollo normal, de igual modo funcionaría la mente empática de la mamá. Este efecto calmante extra-uterino en relación con su bebé operaría como una especie de placenta por cuyo intermedio la madre y su cría establecen recíprocos lazos mentales que vendrían a compensar la pérdida de la conexión física omnipresente que el cordón umbilical proporcionaba.
La singularidad de cada bebé
Cuando esta conexión y comunicación entre ambos se ve afectada puede dar lugar al bebé a experimentar una ausencia abrumadora, que puede dar lugar a una ira y aflicción avasalladora. Si bien me he centrado en este artículo en la función que la madre deberá desempeñar, no se puede pasar por alto que también cada bebé trae su propio equipaje, con sus predisposiciones biológicas innatas. Por lo que la capacidad de tolerancia que el bebé tendrá en relación a las frustraciones, dependerá tanto de sus demandas pulsionales innatas como de la respuesta de la madre real externa. En donde ciertas situaciones externas podrán convertirse en desafíos agregados en el encuentro entre la mamá y le bebé.
¿Cómo puede afectar la salud mental materna al vínculo?
Podemos encontrarnos diferentes modos como el estado emocional de la madre puede afectar al vínculo con el bebé. Desde los casos más frecuentes hasta los más preocupantes. Veamos algunos ejemplos pensando en los primeros días de vida del bebé cuando las madres se enfrentan al reto de encontrar modos para calmar su llanto.
Una mamá que de manera repetida va viendo que su bebé queda satisfecho luego del pecho, que puede calmarlo, que duerme profundamente, se refuerza su espiral de seguridad. Lo que a su vez reafirma sus sensaciones de madre y a la vez el bebé se enriquece de esa templanza materna. Pero, cuando no lo consigue repetidamente, puede cuestionar su capacidad materna y entrar en un espiral de incremento de ansiedad y angustia, en donde cuanto más se angustia menos consigue contener a su bebé y él más llora, incrementando aún más su desesperación. Una intervención temprana en este caso puede contribuir a reducir la desesperación materna y propiciar una mayor confianza en ella para promover espacios de encuentro madre-bebé más gratificantes.
Una mamá deprimida puede no encontrarse en condiciones de soportar la espera, o el no saber, no conocer de ese bebé aún por descubrir. La ausencia y la desvitalización materna, pueden hacer que esté presente en cuerpo pero no mentalmente disponible, actuando como una figura lejana, atona que no puede sostenerlo, una «madre muerta» en palabras de Green (1986). Hoy sabemos que el «rostro inexpresivo» de una madre ejerce un efecto de gran perturbación en los bebés (Brazelton 1969). En estos casos la madre suele necesitar ayuda para poder estar recuperar en lo posible su vitalidad y de este modo estar en condiciones de vincularse con su hijo de modos más satisfactorios para ambos.
Algunos estados patológicos pueden entorpecer la discriminación de los estados mentales propios a los del bebé, afectando la posibilidad de responder adecuadamente a las necesidades del bebé; derivando en diversos grados de desamparo psíquico y real del niño. Madres que presentan repetidos cambios en el estado de ánimo, pueden provocar que los niños tengan que consagrar numerosos esfuerzos en adivinar o anticipar situaciones, cuando aún son ellos los que requieren contar con entornos y secuencias que den seguridad. Éstos cambios imprevistos pueden provocar un gran detrimento en el desarrollo saludable del niño, en su capacidad de juego, en su imaginación y en desarrollo de su actividad intelectual en general.
La idea de que a una mamá que se siente sola, apesadumbrada y vacía la llegada de un hijo puede traer calma y felicidad, no suele ajustarse a la realidad. Ubicar en ese lugar a un niño, suele generarle una gran desolación, cuando justamente requieren ser protegidos y cuidados. En éstos escenarios podemos encontramos verdaderos dramas, con casos de parricidio y/o suicido que tanto nos desconciertan.
Éstos son sólo unos pocos ejemplos de las posibles interacciones mamá-bebé que tamizarán la manera en la que un niño pueda sentirse a sí mismo, relacionarse con los demás y desenvolverse en el mundo. La intervención profesional suele ser crucial en muchos casos tanto para la madre como para el bebé.
Citas y referencia bilbliográfica:
Dolto, Francoise (2000) «Lo femenino». Ed. Paídos. Barcelona.
Tustin, Frances (1990) «El cascarón protector en niños y adultos» Ed. Amorrortu Buenos Aires.
Hedegaard M1, Henriksen TB, Sabroe S, Secher NJ. (1993) Psychological distress in pregnancy and preterm delivery. BMJ. 1993 Jul 24;307(6898):234-9.
O’Connor TG1, Heron J, Golding J, Beveridge M, Glover V. (2002) Maternal antenatal anxiety and children’s behavioural/emotional problems at 4 years. Report from the Avon Longitudinal Study of Parents and Children. Br J Psychiatry. 2002 Jun;180:502-8.
Lou H, Dorthe H, Merete N, Ole P; Flemming J; Jette N, Ralf Hetnmingsen (1994) Prenatal stressors of human life affect fetal brain development. September 1994