¿Cómo escucha el Psicoanalista?
¿Cómo escucha el psicoanalista? ¿Qué lo diferencia y caracteriza? ¿Es lo mismo que oír?
Algunas personas piden ayuda al psicoanalista aconsejadas por su médico, educador o algún ser querido que observa las dificultades. Otras han oído hablar sobre la técnica terapéutica del Psicoanálisis, han leído al respecto o conocen a alguien que se analiza o se ha analizado.
No hay duda que hoy en día la primer imagen del psicólogo que a cualquiera viene a su cabeza es la imagen clásica del diván utilizado por Sigmund Freud, ya que el Psicoanálisis ha impregnado de una manera excepcional todas las áreas de pensamiento acerca del ser humano y su sufrimiento. Filósofos, médicos, psicólogos, escritores, poetas se han interesado por muchos de sus conceptos.
El Psicoanálisis dentro de las psicoterapias
El Psicoanálisis ha ido desarrollándose y actualizándose con un gran número de psicoanalistas post-Freudianos que han continuado la labor investigadora y psicoterapéutica iniciada por Freud. Hoy el diván es un recurso pero no es la única manera de realizar una intervención psicoanalítica. Hoy hablamos de análisis personal, pero también de psicoterapias breves, cara a cara o por Skype, suele ser una línea de intervención frecuente en instituciones públicas, grupos, terapia de pareja y niños. Lo que caracteriza el trabajo psicoanalítico está en la capacidad de escucha del propio psicoanalista más que de la configuración del espacio físico.
Diversas líneas de intervención en psicoterapia han surgido inspiradas en él, como la Gestalt, la psicología humanista, integradora, entre otros. Dentro de las líneas teóricas que guían la intervención psicoterapeútica o educativa, el psicoanálisis es una variante más (que requiere una extensa formación post universitaria). Comparte con algunas que utilizan en mayor o menor medida distintos modos de escucha y conversación en sus intervenciones terapéuticas, llamadas «Curas de la palabra». Pero, ¿de qué se trata la escucha del psicoanalista?, ¿Qué lo diferencia y caracteriza? ¿Es lo mismo que oír? ¿Se trata de escuchar una respuesta previamente planteada?, ¿Es una escucha únicamente de un discurso hablado? ¿Sólo escucha en total pasividad y silencio? Veremos que lejos de la imagen pasiva del psicoanalista en silencio, la escucha suele ser sumamente activa y por supuesto el psicoanalista interviene.
Primer encuentro con el Psicoanalista
Desde la primer entrevista, la manera de intervenir del psicoanalista resalta por su originalidad y relevancia a través de la manera característica de escuchar el relato desde la singular narrativa que el paciente trae. Al iniciar una consulta, el adolescente o adulto que llega habla de la misma forma que hablaría a cualquiera. Sin embargo, la manera de escuchar del psicoanalista es un llamado a la verdad más íntima y profunda de su propia actitud fundamentalmente frente al paso que esta dando y que muestra ser completamente diferente a todo otro contacto con psicólogos, educadores o médicos.
La formación- que suele ser larga y rigurosa- le permite al psicoanalista acceder a un nivel de comprensión del psiquismo humano y sus padecimientos que lo caracteriza. Otros profesionales de la salud que, mediante la utilización de dispositivos de ayuda específicos, recomiendan medidas terapéuticas o correctoras reeducativas, funcionan como aparato ortopédico, externas y ajenas al sujeto que sufre, respondiendo a nivel del fenómeno manifiesto del síntoma. Evidentemente en algunas situaciones éstas intervenciones pueden resultar beneficiosas pero en otros cuando la voluntad de cambio (expresada manifiesta) no resulta suficiente o cuando no se obtienen resultados duraderos el psicoanálisis puede ser de gran ayuda.
Una escucha que invita a interrogarse y descubrir qué tiene que ver uno con lo que ocurre, en qué puede estar implicado – sin ser del todo consciente-, qué tiene para decir sobre lo que le sucede. De este modo el paciente recupera su lugar valioso de conocimiento con respecto a su sufrimiento, lugar que desde otras intervenciones puede quedar en gran medida acallado. Por ejemplo cuando se acusa de única causa una afección neurobiológica por ejemplo, que pudiendo ser válida, en sí misma no da cuenta de toda la problemática ni de la manera en la que puede comprometer a un sujeto.
El síntoma como aliado del psicoanalista
El Psicoanálisis viene a ofrecer otro modelo de intervención con una mirada compleja y profunda del funcionamiento humano en aquellos aspectos que escapan al control voluntario y la consciencia. Entramos en terrenos del inconsciente que tiene sus propios modos de funcionamiento, organización y manifestación. Una de las maneras en las que conocemos algo de nuestro mundo inconsciente es a través del lenguaje, la manera en la que nos mostramos y expresamos, la manera de transmitir nuestras vivencias subjetivas y nuestro modo único de vivir el padecimiento: se manifieste éste en síntomas de ansiedad, desgana, apatía, irritabilidad, compulsiones, etc. Por ello tapar los síntomas con otras intervenciones obstaculiza el acceso al propio orígen del sufrimiento que se expresa a través de una gran diversidad de síntomas.
Por el contrario para el psicoanalista, lo que importa no es tal o cual síntoma en sí mismo, no es la satisfacción o la angustia de los padres -que, puede ser completamente sana y justificada- ante un joven o niño del que se sienten responsables. Sino que al Psicoanalista le interesa lo que el síntoma significa, para el que con tal o cual conducta, actualiza el sentido fundamental de su dinámica y las posibilidades de futuro. Una proyección a futuro que, para este sujeto, pueden estar comprometidas y afectadas.
El psicoanalista escucha sin juzgar, no emite valoración alguna, ni da la razón ni la niega. Cualquiera sea el estado actual deficiente o alterado, el terapeuta intenta oír detrás de ese sujeto que habla, intentando llegar al sufrimiento que es causa de esa señal manifiesta en su síntoma, engendrado en un deseo que la angustia autentifica y oculta a la vez atrapada en el cuerpo (somatizaciones), en la inteligencia.
Clarificando el problema
Hasta el primer encuentro con el psicoanalista el «problema», se plantea siempre en relación con aquellos aspectos que los patrones esperables determinan en cada sociedad, en el ámbito escolar, etc. Por ejemplo, el éxito escolar siempre parece ser en sí mismo un fin positivo y también parecen serlo la ausencia de trastornos de carácter molestos para la tranquilidad de lo que rodea al sujeto.
Ahora bien, para el psicoanalista éstos sólo tienen un valor cultural auténtico si el sujeto es efectivamente creativo y no está sometido a las exigencias de los adultos. Si la comunicación afectiva, verbal, y psicomotora que establece con su medio es propia de su edad, si está protegido contra tensiones internas, liberado, al menos en sus pensamientos y juicios, de la dependencia frente al deseo del otro. Si se siente cómodo en el trato con compañeros de ambos sexos, si es capaz de amar y ser amado, de imaginar e idear, si puede comunicar sus sentimientos y enfrentar frustraciones y las dificultades cotidianas de todo tipo.
La intervención del Psicoanalista
Por ello, «el problema» es mera señal de donde empezar a desmenuzar y comprender el sentido de esta angustia, es el punto de partida no es el objetivo de intervención. Es Psicoanalista el que permite que las angustias y los pedidos de ayuda de los padres, de los jóvenes, del adulto, sean reemplazados por el problema personal y específico del deseo más profundo del sujeto que habla. Este efecto lo logra gracias a su escucha atenta y a su no respuesta directa al pedido que se le hace de actuar para lograr la desaparición del síntoma y calmar la angustia.
«Presencia humana que escucha, ese es el rol del psicoanalista. Al suscitar la verdad del sujeto, el psicoanalista suscita al mismo tiempo al sujeto y a su verdad»
Francoise Dolto.
Todos tenemos una idea sobre lo que nos ocurre, como hemos empezado a sentirnos así o sucesos que de algún modo sentimos que nos han marcado sin saber exactamente de qué modo. Todo este saber valioso que el paciente trae el psicoanalista lo recoge, lo observa, lo escucha minuciosamente durante el recorrido que juntos -profesional y paciente- inician con el objetivo de comprender algo más sobre su sufrimiento. En un tiempo posterior el psicoanalista poder devolverle hipótesis sobre lo que le sucede de una manera más asimilable para el paciente. Hipótesis ya que nunca son verdades en sí mismas hasta que el paciente las confirma o las rechazarla, y que permiten conocer aspectos desconocidos de uno mismo.
Luego ya en otra etapa, el de la cura psicoanalítica, el sujeto descubrirá por sí mismo su verdad y la libertad relativa de su posición deseante en relación con su medio, en la transferencia, que es como se denomina a la relación que se establece entre paciente y analista durante el proceso terapéutico.
«La recepción sensible del psicoanalista le permite oír los varios niveles del sentido emocional, existentes en el paciente, y en una forma más aguda de lo que pueden hacerlo los que no han sido psicoanalizados».
Francoise Dolto.
Entrenar la escucha
La formación por la que ha atravesado el Psicoanalista (su análisis personal, su supervisiones con profesionales más experimentados y su formación teórica) le permite desarrollar esa capacidad de escucha particular en donde casa detalle, gesto puede ser esencial para comprender el padecimiento actual del paciente. Su forma de presentarse, su manera de expresarse, su postura… Se trata de todo un lenguaje corporal del que muchas veces la persona no aprecia de sí mismo y que de alguna manera ayudan en la comprensión profunda de aspectos de sí mismo.
Referencia bibliográfica:
Francoise Dolto. Web personal (en Francés)
Primer entrevista con el Psicoanalista. Maud Mannoni.