El padre y su función. Día del padre
Qué función desempeña el padre en el desarrollo de un niño?, ¿Qué requiere el niño/a de un padre?
«Niño, que eso no se dice, que eso no se hace,
que eso no se toca.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós».
♥ Esos locos bajitos. Joan Manuel Serrat
El día del padre nos brinda la excelente oportunidad para pensar sobre las funciones que los padres desarrollan en el desarrollo de los hijos/as. Hoy llamadas funciones parentales que engloban aspectos maternales y paternales no necesariamente ligados al sexo hombre o mujer.
Este homenaje en forma de reflexión va dirigido a aquellos padres que se implican en el cuidado de sus hijos, que se interesan y que promueven vínculos afectivos con ellos; llevando a cabo la función crucial que el padre representa en el proceso de humanización de sus hijos.
¿Qué es la humanización?
La humanización es el proceso que permite el paso de lo más instintivo– ligado a lo animal, puramente innato, natural- a lo cultural que es adquirido, social y nos diferencia del mundo animal. El Diccionario de la Real Academia Española lo define humanizar como «Hacer humano, familiar, afable a alguien o algo». Va ligado a la crianza, a domesticar, a la posibilidad de establecer vínculos con otros y con el entorno que le rodea. El estado de desvalimiento de la cría humana requiere de la presencia de un otro para sobrevivir y desarrollarse.
El niño necesita transitar desde la dependencia total a la independencia y es el padre el que contribuye para que esto ocurra. De manera gradual, gracias al cuidado y transmisión de los modos de vida y costumbres que los padres realizan, el niño puede ir incorporando todo lo que se refiere al mundo que le rodea, las pautas sociales, el lenguaje, lo construido e instituido por el hombre en sociedad. Este desarrollo le permitirá al niño aprender a controlar sus impulsos, esperar, acceder al conocimiento e incorporar las normas sociales que le permitirán convivir en comunidad.
El padre como diplomático
Me gusta una metáfora utilizada por Joël Dor, un reconocido psicoanalista francés, que puede ayudar a pensar en la función que el padre realiza en la vida de un niño. Lo transmite del siguiente modo: «Los padres encarnados, es decir los hombres puestos en situación de designarse como padres, actúan como diplomáticos o embajadores que como tales representan a su gobierno en el extranjero a fin de asumir la función de negociar allí todas las operaciones correspondientes”. Así pues, el padre, en su función, asume la delegación de la autoridad -ley- ante la comunidad extranjera madre-hijo; y como todo embajador, debe conocer profundamente el idioma de la comunidad en la que se espera cumpla su función.
¿Por qué habla de función?
Desde el Psicoanálisis el padre (biológico o el hombre) no en todos los casos va ligado a la función paterna necesaria para el desarrollo psíquico del niño. Función paterna y función materna no siempre son encarnados en un hombre o una mujer, ni en un progenitor biológico.
Contamos en la sociedad con valiosos padres que desempeñan de una manera sensitiva, intuitiva su función para que el desarrollo psíquico de sus hijos pueda darse a la par de su crecimiento físico y el desarrollo cognitivo.
¿Por qué mamá y bebé son comunidad extranjera?
La llegada de un niño a la pareja causa un gran impacto, todo cambia, no sólo el ritmo del sueño. El padre en este momento puede sentirse en cierta medida desplazado por ese bebé intruso -y a la vez tan deseado- que se apropia de su mujer, quedando como extranjero en una nueva realidad de a dos ante sus ojos de la que no puede participar tanto como le gustaría, por ejemplo dar el pecho.
En la gestación la mamá se hace cargo por completo del bebé que lleva en su vientre; y al nacer el niño, también necesita que ella se ocupe y anticipe a sus necesidades de supervivencia, «pensando en él y por él» (Michelena). Todo le es nuevo y desconocido, ruidos, olores, sensaciones internas y externas que necesitan ser dosificadas por su madre. Para llevar a cabo esta tarea, la mamá tiene que brindar una dedicación emocional y psíquica excepcional, que le permita decodificar e interpretar las necesidades de su bebé.
El padre es el que puede brindar toda la ayuda necesaria de contención y cuidado de su mujer en el puerperio para que esa fusión entre mamá y bebé -comunidad extrajera- necesaria y fundamental en el recién nacido pueda instalarse. Y si bien el padre tiene un rol crucial de protector de sus hijos, en ese momento no puede formar parte de esa relación tan íntima y única que es la vivencia del primer vínculo con la madre. Más adelante, cuando el bebé haya adquirido herramientas psíquicas para separarse de su mamá, será el encargado de ayudar a la mamá a separarse de su hijo y a su hijo a transitar su primer experiencia de autonomía.
«Cuando el doctor dijo:
¡Señor lo felicito, es un varón!
como poder explicarlo
¿Cómo?, cómo poder explicártelo
el amor de un padre a un hijo
no se puede comparar
mucho mas que todo
no si vos sabés…»
Vos sabés (1999) Vicentico
El padre y la realidad
El padre es el puente de conexión con la realidad para la mamá que ha tenido que dejar de lado -por un tiempo- muchas de sus tareas cotidiana. En nuestra sociedad actual, el padre se ve obligado a incorporarse a la vida laboral casi de inmediato por lo que suele retomar su interacción y participación laboral y social antes que la mamá.
La madre puerperal, en cambio, cuenta con un período un poco mayor para ocuparse de su bebé, un tiempo fundamental para el recién nacido. En este tiempo la mamá puede seguir ligada al mundo de su bebé y contarnos cuantas veces su bebé necesitó ser cambiado o si ha tomado inquieto de su pecho; en cambio, el padre es el que se mantiene conectado con que en tres días hay que pagar la hipoteca o sale a comprar pañales antes de terminarse o se hace cargo del cuidado de un hermanito mayor.
El padre implicado puede realizar muchas acciones con su bebé, tenerlo en brazos, cambiarlo, bañarlo, darle un biberón… pero suele ser la mamá quién tiene un registro mental de los estados del niño: durmió o no, estuvo poco tiempo en el pecho, parece más inquieto… y la que intenta con las primeras señales que el bebé realiza empezar a comprender medianamente como puede los requerimientos de su hijo. Esta capacidad materna puede darse si cuenta con el respaldo y tranquilidad de sentirse cuidada por su pareja. A través de ocuparse de su mujer el padre de un recién nacido protege y cuida a su hijo también para que pueda experimentar el mundo nuevo y desconocido que le rodea de una manera amable.
¿Cuál es el idioma?
En estos primero momentos la madre se comunica con su bebé a través de su intuición y sensibilidad para intentar captar lo que necesita y que irá poniendo en palabras que permitan incluir al padre. «Será que tiene hambre», «Cuando parece cansado tiene los ojos grandes igual que tú cuando estas agotado», «Mira como se toca las orejas cuanto tiene sueño», «Hoy no sabes como se enfadó y lo que me costó calmarlo» .
El idioma que utiliza la mamá y el bebé, es el idioma del deseo y allí el padre tendrá que mediar, para que el niño pueda ir desarrollando poco a poco su propio deseo. Lo hará ayudando a la mamá a separarse de su hijo, para que el niño no quede ubicado como su único deseo. Por eso desde la Psicología se resalta la importancia que tiene que la madre pueda desear algo más allá que su hijo, que haya deseo de una pareja, una realización profesional, una aspiración artística…
En el Psicoanálisis el deseo es más que la aspiración consciente, se trata de un deseo enraizado en el inconsciente y que surge como consecuencia de la aceptación de la limitación e incompletud humana. Por ello que el niño pueda ser capaz de desarrollar su propia capacidad deseante esta ligado directamente a la posibilidad de desarrollo de su psiquismo.
El padre media entre mamá y niño, mostrándole a su hijo su autoridad y reclamando a su mujer en el momento adecuado, instalando de ese modo una nueva relación triangular que es fundamental para el buen desarrollo del niño.
¿Que aspectos debe negociar el embajador?
El Padre desde su función actúa como representante de la ley. Se trata de la ley universal de la prohibición del incesto que permite «separar la naturaleza de la cultura» según nos dice Claude Lévi-Strauss -antropólogo y etnólogo francés- y que se ha venido transmitiendo desde tiempos remotos. Una ley que limita a la mamá con el hijo y al niño le transmite que tampoco dispone de su mamá al completo. Él padre mismo también está limitado por la ley, la representa pero no es el propietario ni la funda.
La importancia del padre se va haciendo más evidente
El padre tiene un lugar cada vez más importante para su hijo de manera directa -éste lugar lo tiene desde el nacimiento pero a los ojos del hijo cobra mayor relevancia ahora-, construyendo una relación con él que no necesariamente incluye a la mujer.
El niño en al medida que va registrando más aspectos de si mismo, de su mamá y del mundo, va fortaleciendo la relación directa con su padre y registra cada vez más que entre mamá y papá existe una relación de la que queda excluido.
Mariela Michelena destaca que percibir la pareja de los padres no siempre puede hacerle gracia, pero así tiene que ser para su buen desarrollo. Si entre los padres observa una relación de apoyo mutuo, puede sentirse tranquilo y ocupar su lugar de niño. Pero, a la vez, en muchas ocasiones puede desear formar parte y gozar de los privilegios de esa pareja.
El niño tiene que poder distinguir lo que corresponde a la relación de pareja y lo que corresponde a la relación de él con sus padres.
Cuando el niño se siente excluido de la pareja de los padres puede buscar modos de seguir siendo el centro de atención, por ejemplo no dejando mantener conversaciones a los padres o invadiendo el espacio de la cama, con los dos, entre los dos. O intentando alianzas con alguno de los dos intentando descalificar al otro, todos modos de negar la pareja.
La triangulación
Mantener el equilibrio en esa nueva relación triangular no es sencillo y requiere nuevos ajustes para los tres, mamá, papá y niño. Por lo que según nos dice Michelena:
- La mamá tendrá que permitir que el niño y el padre compartan una relación de la que ella no tiene por que participar.
- El niño requerirá aprender a tolerar que mamá y papá retomen su relación de pareja, en parte alterada con su llegada, que lo precedía y que irá descubriendo. «¡Antes de nacer mamá y papá eran novios!» me decía con una sorpresa un pequeño paciente.
- Y el padre tendrá que acostumbrarse a que ya no será él sólo con su mujer, que ya lo ha tenido que ir asimilando desde el propio nacimiento del niño.
La relación del padre con cada hijo es única
Con la llegada de cada hijo cada uno de los padres construye su propio espacio diferenciado para albergar la nueva relación. Por lo que, la relación que el padre establece con el hijo es única y condiciona de alguna manera las futuras relaciones que el el niño establecerá en su vida con el mismo sexo y con el diferente. Contar con un padre que actué como tal, le permitirá al niño saber pararse donde le corresponde en cada momento -concluye Michelena-, «Si somos jefes hacer de jefes y no de subalternos. Si somos padres, hacer de padres y no de hermanos de nuestros hijos. Si somos abuelas, hacer de abuela y no de madre….»
A pesar de los cambios culturales, siguen haciendo faltan tres para que el sujeto humano se constituya como tal. Y si bien se resalta desde la Psicología con más frecuencia el rol crucial e inicial de la madre; sin el padre y todo lo que representa, el desarrollo del psiquismo del niño podría verse seriamente afectado y con ello sus modos de vincularse con otros e integrarse en el entorno del que forma parte.
Bibliográfia de referencia:
Dor J. (1989) «El padre y su función en Psicoanálisis» Ed. Nueva Visión Buenos Aires.
Michelena M (2009) «Un año para toda la vida». Ed. Planeta Madrid.
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