La vigencia del Psicoanálisis
El Psicoanálisis y su vigencia
«Se han concedido muchos premios nobel por mostrar que el universo no es tan simple como podíamos haberlo pensado». Stephen Hawkin
Hoy en día el Psicoanálisis es un método de investigación sólido, un método terapéutico valioso y un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas que nos permiten entender el psiquismo, su desarrollo, sus detenciones y regresiones.
El Psicoanálisis ha ido evolucionando desde la época de Sigmund Freud y en la actualidad es una orientación frecuente y habitual de intervención psicoterapéutica con niños, adolescentes, adultos, familias, parejas, grupos, instituciones. Se realiza con sesiones cara a cara y terapias breves.
Vigencia del Psicoanálisis
Los síntomas -que desde el Psicoanálisis es la señal que da cuenta que algo sucede- pueden variar en cada época, pero el sufrimiento humano permanece, se expresa y necesita ser descifrado para perder su valor. En la época de Freud eran frecuentes los pedidos de ayuda de afectaciones histéricas, parálisis de algún miembro por ejemplo; hoy en día los estados depresivos, vivencias de ansiedad y conductas compulsivas son las afecciones que en mayor número propician una psicoterapia.
El Psicoanálisis es un llamado al compromiso del paciente, lo convoca a descubrir su propia verdad, sus deseos más profundos para desde allí poder buscar soluciones a su sufrimiento. El conocer los aspectos más desconocidos de uno mismo posibilita una mayor libertad en las decisiones a tomar sin estar avocado a la repetición -que desde el inconsciente se impone- y que muchas veces es la causa del malestar. Por ello, el Psicoanálisis actualmente sigue siendo tan útil y necesario como lo fue en la época de Freud.
Tiempo de urgencias y eficiencias
Vivimos una realidad marcada por las exigencia de obtener placer de manera inmediata, una época caracterizada por la urgencia y las eficiencias. Estamos inmersos en una oferta constante de soluciones milagrosas, instantáneas de todo tipo donde se busca evitar el sufrimiento ante la mínima señal y de manera apremiante. La felicidad se impone como exigencia y a cada uno se le responsabiliza de poder o no poder conseguir ese tan premiado bien. Abundan ofertas de resoluciones inmediatas y respuestas mágicas que dan la sensación de que las dificultades pueden erradicarse casi sin darnos cuenta. De una manera rápida y suave.
Desde estas ofertas pareciese que es el otro –profesional, fármaco, técnica- el que se ocupa de «eso» que nos causa malestar y pronto nos lo quitará. Una oferta tan «mágicamente potente» evidentemente no hace más que desvanecerse y pasado un tiempo las dificultades reaparecen o mutan por otras y el sufrimiento permanece. Estas intervenciones dirigidas sólo a lo manifiesto del síntoma funcionan como maquillaje o parche ortopédico de un sufrimiento más profundo. Al ser intervenciones generalistas y superficiales no obtienen resultados duraderos.