El control de esfínter ¿Se aprende o se adquiere?
Adquirir suele ligarse a la idea de que el control de esfínter resulta de un proceso biológico, largamente determinado por la maduración neurológica del niño. Desde aquí se aportan ideas interesantes -desde mi punto de vista- que llaman la atención sobre no precipitar tiempos en los que el niño no está aún en disposición de realizar. Destacando la maduración que permite un cierto control sobre su musculatura y resaltando períodos sensibles para ciertas adquisiciones como por ejemplo: incorporar sólidos, caminar, hablar y controlar esfínter.
Pero, a veces, se puede pasar por alto que los seres humanos somos más que un cuerpo biológico y que para poder adquirir el control de esfínter necesitamos conjuntamente realizar un proceso de desarrollo psíquico también que lo posibilite. Éste desarrollo de nuestro aparato psíquico sólo puede darse en relación a un otro (función materna) que se haga cargo en un primer tiempo de desvalimiento con el que nacemos los seres humanos. Un otro que nos contiene, significa e introduce en la cultura de la que formamos parte, aquí se puede aquí no, esto sí, esto no. Creer que un niño puede desarrollarse ajeno a su ambiente cultural puede ser tan inverosímil como dañino para el propio niño.
Lo natural
Ligado a la idea de maduración biológica existe la creencia de que el niño por sí sólo cuando esté en condiciones controlará su esfínter, dejará la cama de mamá y papá, la chupa, el biberón… delegando la responsabilidad parental en el niño. Un niño al que se le deja para que adquiera el control de esfínter sólo, es un niño al que se le niega el encuentro afectivo e intimo con un adulto que contenga sus sensaciones abrumadoras, que le acompañe y decodifique sus señales que permitan al niño ir comprendiendo poco a poco lo que siente y reconociendo su propio cuerpo y a si mismo.
Éstas ideas a veces surgen de una llamativa concepción de lo natural en el ser humano, dejando de lado que el ser humano es un ser social e inserto en una cultura que lo acoge y reconoce, una civilización que tiene sus normas de convivencia y de la cual también los padres tienen la responsabilidad de transmitir. Normas que tienen que dar lugar al desarrollo en cada niño de sus maneras de encontrar modos de controlar sus acciones que le posibiliten su vida en sociedad.
El cuerpo subjetivado
El pediatra y psicoanalista Donald Winnicott ha resaltado que en el bebé y el niño humano hay una elaboración imaginativa de todo el funcionamiento corporal (suponiendo que haya un cerebro en funcionamiento) y desde éstas elaboraciones se forja la psiquis humana. Los seres humanos somos más que un cuerpo biológico (que puede tener cierta semejanza al mundo animal), somos seres capaces de representamos a nosotros mismos y al mundo, fantaseamos, soñamos, deseamos más allá de necesitar, utilizamos el lenguaje no sólo como un código unívoco de comunicación, sino con una riqueza subjetiva que nos permite metaforizar, crear poesía y bromear.
Sujetos culturales
Cuando nos referimos al control de esfínteres estamos hablando de algo que no forma parte de una evolución natural sino que ha llevado mucho tiempo pautar a la humanidad. Una pautación de la analidad o excreción que ha sido muy compleja y de la que podemos encontrar referencias sobre ciertas reglas de salud en este sentido desde el Deuteronomio que data del 721 A.C. (Bleichmar)
Por eso el control de esfínter es siempre una imposición de la civilización para el niño. La escuela infantil que requiere que este control sea lograda antes del inicio escolar toma el lugar visible de las exigencias sociales de la civilización. Siempre refiriéndonos a cuando no existe una causa orgánica que justifique su dificultad, por supuesto, situaciones que suelen ser poco frecuentes. ¡Cuántas dificultades nos ahorraríamos acompañando a los niños a aceptar limitaciones, tolerar pequeñas frustraciones, controlar sus impulsos, aprender a esperar, todos aspectos que posibilitará sus capacidades de aprender y pensar!
Vivimos tiempos que cualquier norma tiende a vivirse como autoritarismo, cuando la norma también es el límite que nos contiene y nos brinda seguridad de nuestra parte para con los demás y viceversa. El problema del ser humano es encontrar la forma siempre subjetiva de poner la adaptación en una regulación con el placer sin que esto lo destruya.
¿Se aprende el control de esfínter ?
¡Sí! se aprende el dónde, el cómo y el cuándo que rige en la cultura. Pero a veces el aprender suele estar confundido al adoctrinamiento, entrenamiento o adiestramiento. En donde a través de distintos métodos se puede conseguir que el niño no se moje y consiga adquirir de este modo el control de su músculo esfínter. El aprendizaje es más amplio e incluye un deseo propio epistemológico ligado al afecto y reconocimiento de un otro, en donde el modo en que un niño aprende a aprender tiene más relevancia que la adquisición por sí misma. Se puede aprender por placer y goce por la autonomía, coaccionado y chantajeado o por imitación; y cada escenario de aprendizaje generará consecuencias diferentes mucho más allá del control de esfínter.
Un niño que aprende privado de autonomía por ejemplo que sus padres lo sientan en el orinal hasta que haga, puede aprender que el deseo propio (ser él mismo, poseer un cuerpo que le pertenece) no tiene lugar. Aprende que hay que hacer de un único modo mecánico, que le es ajeno y al que aún no está en disposición de acceder. Es una gran intromisión de parte del adulto para con el niño.
Un niño al que se le reprende violentamente ante una pérdida puede aprender que no tiene permitido fallar en nada, que nada puede escaparse ni siquiera un día un poquito de pipí. Un niño al que se hace la vista gorda de que ha orinado en el sofá – no me refiero a un pequeño incidente durante el aprendizaje- o que se le deja el orinal junto a la mesa de recibir las visitas aprende que que puede orinarse en cualquier momento y en cualquier sitio, cosa que ni a las mascotas de la casa les permitimos.
Aprendizaje escencial
El control de esfínter es uno de los primeros aprendizajes esenciales que un niño realiza y que de alguna manera moldearán sus aprendizajes posteriores, sus sensaciones de logro y percepciones de sí mismo. Implica un desarrollo madurativo y psíquico que le permitirá apropiarse de su cuerpo, registrar sus sensaciones, comprenderlas, manifestarlas, representándose el funcionamiento corporal que dará lugar a un cierto control sobre sí mismo. Por eso aprender a controlar el esfínter no se trata de un mero entrenamiento o adiestramiento en base a premios o castigos para que el niño cese en el uso del pañal -que puede funcionar en detrimento de su reconocimiento subjetivo- sino de propiciar un ambiente adecuado para que el niño pueda interpretar las sensaciones de su cuerpo y descubra su capacidad de controlarlas y la satisfacción de lograrlo y crecer.
Renuncias por amor
¿Qué es lo que impone la civilización al niño en el control de esfínter? La transmisión de las normas culturales a través de los padres viene a poner cotas a la idea siempre fallida de un mundo ilimitado, en el que todo es posible y nada está prohibido. Aspecto a no pasar por alto en estos tiempos tan proclives a que lo único prohibido sea no gozar. Da lugar a la incorporación de los diques anímicos contra los excesos que organicen la experiencia (asco, pudor, vergüenza, dolor, compasión, moral). Éstos diques no están presente desde los comienzos de la vida y que requieren un movimiento –aunque más no fuera mínimo- de diferenciación arriba-abajo, adentro-afuera, mío-tuyo para que se establezcan, y de cierta capacidad de cualificación de lo rechazable. Conocemos el carácter patológico que reviste la ausencia de estos en el surgimiento del sujeto moral en la primera infancia.
Estas renuncias no son un acto automático resultado del adiestramiento, sino que son el efecto de un rehusamiento que el niño realiza respecto de un modo plasmado ya de obtención del placer, aceptación a sí mismo que no puede instaurarse sino como efecto del amor al otro (madre, padre quien le cuida). Esto constituye un paradigma de toda renuncia a aquello que podría producir asco o rechazo en el otro. Donde no sólo está en juego el deseo de complacer al semejante, sino también de no dañarlo. Todo un sujeto ético que se va articulando desde los comienzos mismos de la vida. Por eso, la renuncia se da por amor a otro no por temor.
Hacer ciertas cosas lo lleva a un desmedro de su autoestima, entendida como amor a sí mismo, por eso por respeto a sí mismo, el niño renuncia a la realización pulsional al autoerotismo. No es ya que no se hace pis encima porque puede perder el amor de mamá sino porque le da vergüenza de sí mismo. Toda esta etapa puede dar cuenta de un funcionamiento psíquico, ligado a la represión y a la constitución del yo que es una de las instancias psíquicas que forman parte del psiquismo humano.
El control de esfínter contribuye a:
Aceptar una limitación Se aprende que el deseo humano es acotado, nunca hay un objeto capaz de colmarlo en su completud, siempre queda un poco más para dar lugar a un nuevo objeto de deseo. El propio cuerpo del niño le impone una limitación, no puede quedarse todo para sí, se termina escapando. No puede tenerse todo, algo debe resignarse para poder crecer. ¿A veces, no nos cuesta a veces a los propios adultos resignarnos ante lo que no puede ser?, ¿No conoce esto perfectamente la publicidad ofreciendo nuevos objetos representantes de lo sublime? Controlar los impulsosA esperar, postergar, aguantar y planificar. ¿No es ésta la base de todo aprendizaje? En tiempos actuales del TODO ya, todo a la vez, ¿No nos cuesta a veces a los propios adultos mantener el propio ritmo, hacernos tiempo para lo esencial ante la voracidad. ¿No escuchamos noticias de todo tipo que nos muestran casos de una incapacidad grave para refrenar los propios impulsos, sexuales, agresivos..? Utilizar convenciones socialesNo se puede hacer en cualquier lado ni de cualquier manera. ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Qué?, ¿Cómo? se adquieren en el control de esfínteres. Parte del aprendizaje tiene que ver con que es un momento de intimidad, que hay sitios donde se puede y otros donde no se puede hacer pipí. ¿Dónde se puede aparcar?, ¿Dónde no se puede fumar? Controlar el propio cuerpoCon la satisfacción que la apropiación de ciertas sensaciones y emociones procura. Esta capacidad de vivenciarse como un ser independiente y separado de mamá es un hito en su desarrollo y el control de esfínter es un aspecto que propicia esta discriminación, a veces ausente en las dificultades más severas de los niños. «Ahora hago, ahora no» otorga al niño una sensación de poder, el niño descubre que es dueño de algo que interesa a mamá. Controla de este modo su atención, preocupación y presencia, ahora será mamá quién espere hasta que él decida complacerla o no. «Las heces dan al niño una enorme sensación de poder. La madre le persigue por toda la casa con el orinal y él aguanta hasta que le parece. «ahora sí», «ahora no, «esto es mío», «esto es sólo mío», «ahora te lo regalo», «te lo presto», «te lo ofrezco», «te lo quito», «lo guardo todo para mí», «no te lo doy porque si lo saco me quedo vacío y sin ninguna influencia sobre tí»… Todas estas ideas o fantasías se mueven en la mente del niño alrededor de este asunto tan aparentemente «fisiológico» como son las cacas» (Michelena) Comprender que no todo lo suyo gustaSus caquitas tan adorables de bebé ya no hacen gracia a quienes les rodean. Huelen mal y no gustan. ·»Tanto la mamá como el niño comienzan a enfrentar el hecho que no todo lo que hace el bebé, y todo lo que nace de él, es maravilloso». «Convertirse en un adulto exige que uno sea capaz de distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo, lo que se hace bien y lo que no se sabe hacer, entre lo que agrada a los demás y lo que puede hacerles daño». (Michelena) Desprenderse de cosas «De pedacitos suyos», nos dice la Psicoanalista Mariela Michelena, ya que esta es la vivencia de los niños al ir al baño. A muchos niños les lleva tiempo darse cuenta que esos pedacitos que desprenden no tienen vida y muchos adultos continúan viviendo con angustia otros desprendimientos desplazados que deben hacer. Sirven de sustitutos: dinero, propiedades, conocimientos, colecciones de objetos. «En la avaricia, la generosidad, la tacañería, la incontinencia o la estrechez, los bebés de treinta y tantos, ponemos en juego los mismos mecanismo mentales que maneja el niño con sus heces. Esto es mío, esto lo quiero para mí aunque reviente. Me deshago de todo sin darme cuenta, el dinero se me escapa entre los dedos. No se ahorrar» Desde el continuo del procastinador que se guarda de hacer hasta el último momento hasta el otro extremo del que no controla lo que sale de sí mismo hablando sin parar, encontramos ejemplos en la adultez. |
Si su hijo ronda los dos años, dos años y medio y da señales de su maduración psicomotora, como haber desarrollado un mínimo de control muscular, cierta capacidad de espera para contener las urgencias de sus impulsos y cuenta con herramientas verbales que le permitan avisar cuando se le presenta la necesidad ya estará en disposición de obtener las pautas sobre las costumbres que rigen nuestra civilización con respecto a la higiene personal. Por lo cual lo adquirido y aprendido se fusionan para hacer posible el control de esfínter en el niño. Si observa dificultades en alguno de éstas áreas (motora, verbal, psíquica, social) no dude en pedir asistencia, existen numerosos profesionales dispuestos a ayudarle buscando el modo de contribuir al desarrollo saludable de su hijo.
Biblografía de referencia:
Bleichmar, S (2005) Del polimorfismo perverso al sujeto de la ética. Publicado en En Revista Actualidad Psicológica. Año XXX, Nº 335, Buenos Aires, octubre de 2005.
Michelena, M. (2002) «Un año para toda la vida». Ed. Planeta.
Winnicott, D. (1993) «La naturaleza humana». Ed Paidos. Buenos Aires.
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