Los cimientos de la autoestima

¿De dónde surge la autoestima? Tal vez te sorprenda, pero sus cimientos comienzan a construirse desde las primeras vivencias del bebé recién nacido. Te invito a descubrirlo.

El sostén emocional.
Los cimientos de la autoestima

«Cuida de mis manos, cuida de mis dedos
dame la caricia que descansa en ellos
no maltrates nunca mi fragilidad
yo seré la imagen de tu espejo..»
♥ Cuídame.Jorge Drexler y Pedro Guerra

La autoestima es una experiencia íntima que hace referencia a la propia valoración y estima, a cómo nos pensamos y sentimos. Se constituye, entre otras cosas, con los rezagos del amor y mirada emocional propiciada por las figuras parentales en el primer tiempo de vida. La madre -quien suele hacerse cargo de las funciones de cuidado y sostén emocional- sera quién brinde la primera experiencia de calma y satisfacción durante la lactancia. Será ella quien al mirarlo de manera atenta, le posibilitará, descubrirse en su mirada. ¿Qué mira el bebé cuando mira el rostro de la madre? Donald Winnicott dirá: se ve a sí mismo.

Este encuentro íntimo entre mamá y/o papá y bebé dará lugar a las primeras impresiones, miradas y apreciaciones, para con uno mismo. Una mirada que lo reconoce como un otro -no una mera prolongación-, que lo hace sentirse sujeto de su deseo. Pero, éstas experiencias fundantes de la autoestima, se realizan en un tiempo en que aún el bebé no se reconoce como un ser integrado ni diferenciado de su mamá y/o papá ni del resto del mundo existente. Aún no existe en el bebé una noción de un adentro o un afuera, un yo o un no-yo. Éstos serán hitos a conquistar durante su progresivo proceso de desarrollo psíquico propiciado gracias a sentirse mirado, sostenido y cuidado, física y emocionalmente.

Me detendré en este momento de dependencia absoluta del bebé para pensar el efecto que este encuentro tendrá como reserva de la autoestima en todo niño y en todo adulto.

El desvalimiento del recién nacido

«Cuida de mis sueños, cuida de mi vida
cuida a quien te cuida
no maltrates nunca mi fragilidad
yo seré el abrazo que te alivia..»
♥ Cuídame.Jorge Drexler y Pedro Guerra

Sabemos que el niño al llegar al mundo, dada su desvalidez, necesita de un otro para desarrollarse, que suelen ser su madre y/o su padre. Su dependencia es absoluta, por lo que requiere ser alimentado, aseado, cuidado, pero, sus necesidades básicas van más allá de cubrir sus necesidades biológicas. El bebé precisa ser registrado, sostenido, mirado y nutrido emocionalmente. Requiere ser contenido en un mundo aún desconocido que le es ajeno y que le resulta inmensamente grande.

La sensación de integración

En esta etapa la mirada de la madre y/o padre tendrá una función fundamental de sostén que le permitirá sentirse registrado, existir, estar ahí. Que le hagan «sentirse verdadero» (Winnicott) pudiendo confiar en las propias perceciones y vivencias, contando con otro signifcativo que las valide. Aún de una manera indiferenciada con su mamá y/o papá y el mundo que le rodea, pero sentando las bases para que su integración gradual pueda desarrollarse. Freud utilizaba el término Selbstgefühl, puntualizando que tiene dos significados: “conciencia de una persona respecto de sí misma (sentimiento de sí) y vivencia del propio valor respecto de un sistema de ideales (sentimiento de estima de sí)”. Este último es la autoestima, pero vemos que ambas acepciones están profundamente interrelacionadas.

La presentación gradual del mundo

Pensemos que mientras el bebé estaba en el vientre de su mamá contaba con una gran barrera antiestímulos. Allí, podía alimentarse continuamente y no existía ni sensación de frío ni de calor. Pasado el trabajo de parto (o cesárea) el bebé se encuentra en un espacio físico que le representa una inmensidad. Se le presentan nuevas sensaciones completamente desconocidas, hambre, experimenta la gravedad, ruidos, aromas, luz, las cuales la mamá o quién ejerce la función parental tendrá que ir tamizando y vehiculizando para que no excedan el nivel de tolerancia del bebé, para que pueda poco a poco soportarlos impulsando su crecimiento.

Es la madre y/o padre a través de sus cuidados quienes le van dando posibles sentidos a sus estímulos “tienes hambre… te duele la tripita”. Cuando coincide el sentido otorgado con la sensación interna le permitirá al bebé ilusionarse con su omnipotencia infantil, y podrá ir conformando una confianza y seguridad interna. Así, los padres le va presentando el mundo en pequeñas dosis que permitirán que surja en el niño la activación, el deseo de la exploración espontánea y pausada del entorno. De este modo, el niño no se ve expuesto a estímulos a los que aún no puede prever ni manejar.

Una madre viva y sensitiva

Para poder dar respuestas adecuadas en tiempo y forma a las necesidades del bebé, se requerirá una madre sensitiva y viva nos dice Donald Winnicott. Ya que una mamá ausente, absorta en un duelo, deprimida o preocupada por otras cuestiones -que a veces se presentan en la vida y no pueden evitarse- puede encontrar mayores dificultades para llevar a cabo su tarea contenedora. Por suerte estas no suelen ser la mayoría de las situaciones, sino que nos encontramos con un amplio abanico de opciones de madres que intentan buenamente lo mejor que pueden llevar a cabo su función.

La capacidad de maternaje implica enfrentarse a un cúmulo de dudas e incertidumbre – inevitables- en el cuidado de su bebé. Donde no existen recetas de antemano que se adecuen a cada bebé, cada mamá y cada situación.

Un padre vivo y sensitivo

Durante esta etapa de posparto, es relevante la función del padre encargado de atender y cuidar que la madre tenga un entorno no pertubador para realizar con tranquilidad su tarea. Pero también serán cruciales las propias posibilidades empáticas del padre para comprender en sintonía a su bebé y participar activamente en las funciones parentales que van más allá del reconocimiento legal del hijo.

Las funciones parentales (Racamier, 1961) incluyen las llamadas función materna o de sostén y función paterna o de terceridad de manera alternada, compartidas o fijas. Función que comienza en la concepción y el nacimiento de los hijos, uno hace al otro, nacen juntos simbólicamente. En un principio, los hijos vivencian a los padres, como una unidad internalizada, mucho más compleja que la sumatoria de un papá y una mamá. Funciones que requerirán adaptaciones progresivas durante el desarrollo del infante.

La experiencia de satisfacción

El modo en que este encuentro padre/madre-bebé se produzca, será matizado por los fenómenos externos y los propios recursos internos con los que cuenta cada madre, cada padre y cada bebé. Su calidad, su grado, sus características singulares podrán propiciar diversas vivencias de satisfacción que harán al bebé sentirse más o menos sostenido en un ambiente que le es ajeno y desconocido. Sentirse mirado, registrado, sostenido permitirá reducir las sensaciones de malestar por las que atraviesa el recién nacido: hambre, frío, sueño, molestias digestivas…

El interés que despierta en su mamá y en papá el bebé, las capacidades de cuidado -aun a costa de sacrificios y autopostergaciones- y las capacidades para interpretar sus necesidades en forma y tiempo adecuada, permitirán al bebé un bagaje de experiencias satisfactorias que serán las reservas de su autoestima.

«La contención y sostén emocional de una madre atenta a decodificar sus necesidades básicas de cuidado y amor serán el reservorio de su vida futura. Estas primeras experiencias de satisfacción y contención serán fundantes de la autoestima y de la sensación de no estar sólo en un mundo desconocido». (Michelena)

Su majestad el bebé

A través de éstas primeras sensaciones corporales de satisfacción, contención y sostén será como su psiquismo podrá incorporar también la experiencia de ser sostenido, amarado emocionalmente. Estas vivencias serán su carta de bienvenida al mundo, a la vida. Su invitación Vip (very important person) a formar parte de la vida como “persona muy importante” a la cual se le brinda especial atención y cuidado, se reservan los mejores lugares físicos, pero sobre todo, mentales.

Suele ser un momento en el que “se le atribuyen al niño toda clase perfecciones (para lo cual un observador desapasionado no descubriría motivo alguno) y a encubrir y olvidar todos sus defectos…”, “El niño debe tener mejor suerte que sus padres…”, “Las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar para él, y realmente debe ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación. His majesty the baby, como una vez nos creímos”.
(Freud)

His majesty the baby. Arthur Drummond 1898.
«His majesty the baby». Arthur Drummond 1898.

Se tarta de un momento excepcional en el que todo se para y los pensamientos e intereses de sus papás se dirigen a atender a ese bebé reconocido desde su otredad. Descubriendo y respetando el placer del bebé que va a ser siempre diferente al del bebé imaginario y del sentido por los adultos. Un tiempo en el que se para el tránsito para que el bebé-niña pueda cruzar al paso de su deseo, con sus propias demandas. Un período sensible en el desarrollo en el que: si el niño no es reconocido en sus demandas, puede dejar de pedir, quedarse pasivo, inhibir su desarrollo; y si se lo mantiene en este estado de «majestad» ilimitado sin ser acotado afectará su desarrollo. La etapa de contención y límites tocará un poco más adelante, de momento es tiempo de atenciones, brazos y miradas en concordancia de sus necesidades.

De este modo se le presenta un mundo menos amenazante y más seguro, un mundo por descubrir en el que puede sentirse cuidado y a salvo y al cual se lo convoca a ser protagonista de una vida prometedora. Las vivencias repetidas en las que el bebé se siente entendido y contenido incrementarán su mirada positiva sobre sí mismo y sus capacidades de obtener buenas sensaciones con el mundo y los que nos rodean. Tesoros preciados, rezagos del narcisismo infantil, que cimentarán su autoestima.

Narcisismo infantil entendido como narcisismo necesario, saludable y estructurante del psiquismo. Una etapa fundamental que tiene que atravesar el niño, para poder amarse a si mismo y valorarse, que dará lugar a lo que conocemos como autoestima. Poder apreciarse resultará esencial para el resto de la vida y posibilitarán su reconocimiento como sujeto diferenciado afectando a sus posibilidades de amar e interesarse por los demás.

Esta es desde mi punto de vista la función excepcional y primaria que los padres están convocados a cumplir para con ese ser que se incorpora en la pareja, en la familia.

  • Bibliografía de referencia:
    Freud, S. (1914) Introducción al narcisismo. Obras Completas. Ed. Amorrotu.
    Michelena M. (2010) Un año para toda la vida. Ed. PLaneta.
    Winnicott, D. (1896-1971) Obras Completas.

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