Funciones parentales
Las funciones parentales incluyen la función materna o de sostén, y función paterna o de terceridad. La función materna, que reconforta, cuida y aporta una presencia corporal continua en los primeros años. Y la función paterna, que puede definirse por una presencia discontinua, que representa la ley e introduce el mundo social y profesional. Ambas resultan esenciales para que la constitución psíquica del niño pueda darse.
El nacimiento de las funciones parentales
Las funciones parentales se van construyendo mucho antes de la concepción y el nacimiento de los hijos. Se van forjando a base de identificaciones con las propios modelos parentales y se matiza en el encuentro ida y vuelta entre cada mamá/papá y cada bebé. Donde uno hace al otro.
La atribución de un rol (padre/madre) no resulta forzosamente acompañada de la asunción de la función. Tampoco es consecuencia de la cantidad o calidad amorosa de los vínculos, aunque sin duda sin amor mediante, es complejo desarrollar una sensibilidad para comprender los indicios comunicativos del bebé recién nacido. Dado que las necesidades y posibilidades de los niños varían durante sus desarrollo, requieren adaptaciones progresivas.
Las funciones parentales no pueden entenderse como un conglomerado de consejos de puericultura, crianza y educación de los hijos. Más allá, de que pueda resultar interesante conocer ciertos aspectos, que nos aportan otras disciplinas, que contribuyen a la interacción padres e hijos.
Funciones parentales estructurantes
Las funciones parentales no dependen de factores externos (matrimonio, heterosexualidad o deseo manifiesto de hijo), sino más bien, de la salud mental de las personas que ejercen la función de progenitores, ya sea en forma conjunta o monoparental. Tampoco vienen dadas por los modelos de género, que indican las conductas o los patrones educativos que los padres y madres pueden realizar, sino por un efecto que tienen que ver con funciones estructurantes del psiquismo.
La construcción de un rol
La posibilidad de construir las funciones parentales de manera adecuada hoy no viene definida por el deseo manifiesto a ser padre o madre. Ni por contar con el reconocimiento ante la ley de su cuidado del menor a cargo. Tampoco lo describe la capacidad económica con la que brindar oportunidades a los hijos. Ni lo define una clase social, ni un nivel formativo. Sino que: «Vendrá dada por la capacidad de cada individuo para procurar cuidados, constituirse en figura de apego segura y confiable, y en la posibilidad de poder brindar un ambiente facilitador que permita que el individuo logre desarrollar su potencial». (Monserrat, 2017)
Capacidades parentales
Para el desempeño satisfactorio de las funciones parentales, será necesaria la capacidad de espera y tolerancia a lo diferente de parte de los padres. También se requerirá cierta capacidad para transmitir las normas que permitirán al niño el acceso a lo cultural más allá de lo instintivo.
Otra función parental trascendental parental es la transmisión del lenguaje, como actividad representativa. Y por supuesto, son ellos como figuras de apego los que sirven de modelos en los que el niño podrá identificarse. Figuras capaces de otorgarles seguridad y confianza y que a su vez pueden respetar su propio lugar, sus emociones, sus pensamientos, sus tiempos y su cuerpo. En donde cobrará relevancia la capacidad de adaptarse a las necesidades de cada hijo en su singularidad y de ajustarse a su edad evolutiva.
La capacidad de amar, de sacrificio y de responsabilidad resultarán cruciales para poder desempeñar satisfactoriamente las funciones parentales. Principalmente será la capacidad de cesión de espacios individuales de los padres y de ciertos aspectos de su identidad, los que permitan crear espacios mentales en donde acoger a un niño.
La posibilidad de restitución de la funciones parentales
Las funciones parentales suelen ser ejercidas por los padres y miembros cercanos que educan y conviven con el niño, tanto si esta función se juega en la dimensión saludable, como cuando se lleva a cabo en el dominio de la patología. Pero, también se pueden presentar sin la necesidad de que existan lazos sanguíneos. Y no son necesariamente encarnadas o representadas por un sujeto masculino o femenino, ni siempre son ejercidas por la misma persona. De hecho, pueden ser alternadas, compartidas o fijas (Racamier 1961) Los hijos vivencian a los padres, como una unidad internalizada, mucho más compleja que la sumatoria de un papá y una mamá.
Funciones que pueden cumplir en parte un educador, un padre adoptivo, una abuela, es decir, el conjunto de personas que ayudan a un niño a ser sujeto de si mismo. Todo ser humano tiene el potencial, en determinado momento, de libidinizar a un semejante y ocuparse de él completando o restituyendo una función deficitaria.
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