¿De eso no se habla?
Existe la creencia que hay temas que podrían evitarse de hablar, sobre todo con los niños. Pareciera que si no se habla de ciertas cosas dejaran de existir. O esa es la fantasía que los origina. «Él no se entera», «¿Para qué preocuparlo?» Como si los niños viviesen en su burbuja de infancia ajena a lo que los rodea.
Nada más lejos de lo que los niños necesitan. Ya que hasta los detalles por más ínfimos que parezcan no escapan a su atención. El teléfono que suena más de la cuenta, el cambio de rutina, las ojeras de mamá, la ausencia de papá.
Dejar a los niños sin explicaciones los deja transitando situaciones en soledad y muchas veces con ideas no del todo correctas sobre lo ocurrido. Por ello compartir y explicar a los niños ciertos temas es una manera de acompañarlos a elaborar emociones, superar situaciones, aceptar pérdidas y tolerar las frustraciones que son inevitables en la vida.
La modalidad antigua de responder de los adultos de hace treinta o cuarenta años, que creían que debían saber de todo han quedado obsoletas. Tampoco tiene lugar el «aún eres muy chico para entender» que servía más de excusa al adulto para explicar – situaciones que tal vez quisiese que no estén ocurriendo – que, realmente una falta de capacidad comprensiva en el niño.
«Quiero un cielo bien celeste
♥ Marcha de Osias. Maria Elena Walsh
aunque me cueste,
de verdad, no cielo de postal,
para irme por el este y el oeste
en una cápsula espacial…»
¿Cómo hablar con los niños de situaciones dolorosas?
Se pueden decir muchas cosas y hablar muy poco. Podemos decir: ¡Qué tiempo hace! como un intercambio sensorial, ¿Cómo está? como un mero código de buenos modales, y nada tienen de conversación profunda y fructífera. Pero esto no es lo mismo conversar y preguntar a un niño cómo se encuentra al vivir tal o cual situación que dar por evidente como puede sentirse.
Hablar a diferencia de decir requiere un esfuerzo por contemplar al otro, requiere un nivel de autocrítica, escucha y tolerancia a lo desconocido del otro y de uno mismo. Hablar requiere comunicar algo de una manera tal que en ese decir se reconozca que hay un otro.(1) Un otro distinto que tal vez entiende o vive la situación de un modo muy diferente al nuestro. Implica reconocer que el otro piensa y dice sus propias cosas. Con los niños esto es muy frecuente y requiere una sensibilidad particular para comprender la mirada de los niños sobre muchas cosas, sus modos de entender, el detalle que captó, la conversación que presenció.
Trabajar las emociones
En la actualidad escuchamos que hay que trabajar las emociones. Más allá de que hay diversas maneras de conceptualizar esta labor y objetivos a cumplir, suelen ser actividades dirigidas a que los niños reconozcan emociones – generalmente en otros – , observando gestos de expresión facial o corporal característicos de las mismas, discrepancias que se dan entre unas emociones y otras, conozcan la universalidad que dichas emociones tienen en los seres humanos, etc.
Pero, cuando se trata de hablar con un niño sobre algo que está sucediendo en el ámbito personal, familiar o social estos modelos, útiles en ciertos contextos, resultan insuficientes y a veces inadecuados. Por ejemplo: partir del presupuesto de que el niño/ o la niña debiese sentir tal emoción y no otra, puede dejar al niño sin entender lo que realmente puede estar sintiendo o abrumado de culpa de sentirse de un modo muy diferente a como las personas queridas y referentes para él esperan que sienta. De este modo el niño queda sin ser reconocido como un ser diferente, con un modo particular y único de vivir y sentir su propia historia de vida.
Hablar, decir, informar, explicar…
Conversar de ciertos temas no se aprende por consejo, ni receta tiene que ver con la capacidad personal de conectar con lo que se está viviendo y con el grado de comprensión de las necesidades que cada niño presenta.
Hablar con un niño requiere ser capaz de preguntarse, de sentir, de aceptar lo desconocido, de reconocer el dolor propio y distinguirlo del que pueda experimentar el niño. No se trata de invadirlo con las emociones de los padres sino de dar lugar a que afloren las del niño.
Requiere empatia, cariño y saber asumir con responsabilidad adulta el cuidado de los niños.
Se trata de compartir situaciones que pueden fortalecer y unir más a la familia. Un niño al que no se explica, busca entender, insiste y algo encontrará por otro lado… y lo que encuentra nunca se sabe que puede ser.
Las mentiras no hacen más que incrementar la confusión del niño, que además de no contar con la explicación adecuada, se siente engañado por quienes son sus figuras de referencia y amor fundamentales.
No se trata de compartir con los niños información inadecuada para la edad, ni relatos morbosos, ni detalles íntimos que no le incumben; se trata de intercambiar pensamientos y sentimientos sobre las situaciones que a la familia le toca transitar.
Tiempo de pensar
Hablar con los niños no significa tener todas las respuestas ni requiere tener una capacidad o vocación lingüística excepcional.
Es de fundamental importancia que cuando el niño pregunta algo que no podemos responder elaboremos una respuesta auténtica y respetuosa. «Mirá, dejame pensar que esto que me preguntas me hace repensar muchas cosas. Y más tarde cuando encuentre palabras claras para responderte hablamos de esto.»
No se trata de responder siempre aunque sea cualquier cosa cuando no se tiene una idea clara o las palabras cuestan en salir, tampoco se trata de huir y excusarse con los niños. Sino «que es nuestra función demostrarle al otro (niño) que hay posibilidades de mora en la representación de algo, y en este caso uno tiene que enseñarle al otro la posibilidad de pensar. Enseñarle que uno no tiene todas las respuestas, sino que las construye a partir de los nuevos modos que la realidad le trae, y proponerle no sólo respuestas, sino un verdadero modelo de pensar los interrogantes.»(Silvia Bleichmar)
Hay cuestiones que nosotros mismos como adultos tenemos que pensar. Con lo cual, cuando un niño pregunta algo que no entendemos, corresponde pensarlo, tomarse tiempo, hablarlo con otro adulto, aclarar nuestra perspectiva y darle una respuesta sincera y clara al niño. Al mismo tiempo se le transmite el mensaje de que las cosas requieren pensamiento y no solamente acción.
Hablar con los niños no es sólo transmitir información
«Palabras nuevas, palabras llenas de remordimiento,
♥ Palabras más o menos. Andrés Calamaro
palabras que se lleva el viento,
palabras menos, palabras más…
Palabras viejas, palabras sólo como pasatiempo,
palabras que soplan en el viento,
palabras fáciles de olvidar.
Palabras más o menos, las que hoy me duelen.
Palabras más o menos, sentimientos ajenos.
Palabras más o menos,
palabras que pueden… lastimar.
Palabras menos, palabras más.»
Hablar con los niños, no es el mero hecho de transmitir información, datos y fechas, sino de poner palabras a las emociones que los hechos despiertan. Formalizar preguntas que tal vez no tienen respuesta.
Hay muchísimas cuestiones que aún no podemos contestar, representaciones de la vida que no son acordes a planteamientos actuales y que generan nuevas preguntas. Por lo que, aunque hayamos hablado mucho, vamos a tener que hablar de nuevo, realizando nuevas vueltas en espiral sobre las cuestiones propuestas.
Se trata de fomentar un espacio para la reflexión, las lágrimas o el silencio juntos tomados de la mano. Con paciencia a los tiempos del niño y con una escucha respetuosa ante sus comentarios y preguntas. Crear un espacio de encuentros donde compartir recuerdos, dudas…
Debe hacerse con tranquilidad, en intimidad, con mucho tiempo a pensar, distraerse, volver a pensar.
Los temas que no se hablan con los niños permanecen allí igual en su historia. Tienen su efecto, despiertan emociones y son parte de la manera en la que los niños entienden el mundo que les rodea y a ellos mismos.
Pedir ayuda
Pensar en la importancia de hablar con los niños sobre «eso» puede ser una oportunidad para los padres junto a los hijos de comprensión e intercambio emocional sobre lo que sucede. Para que «eso» que al principio no puede ni nombrarse, (como el temeroso Voldemort en Harry Potter), pueda, poco a poco, encontrar modos de expresión que permitan ir entretejiendo una red de palabras que permitan darle un sentido a lo vivido. Si como padre presenta dificultades para hablar de ciertos temas con su hijos, siente que le exceden, que lo movilizan intensamente o lo bloquean no olvide que dispone de la posibilidad de solicitar ayuda profesional. Empezar a reconocer la dificultad es parte del inicio del cambio.
Bibliografía de referencia:
Abadi, M y Abadi, J.E. ¿De qué hablamos cuando hablamos? Ed. Sudamericana. 1997. Argentina.
Bleichmar, S. «Violencia social – violencia escolar. De la puesta de límites a la construcción de legalidades». Ed. Noveduc (2008) Argentina.
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