Hiperactividad (TDA/TDAH)
¿Consecuencia del mundo actual?
Actualmente la hiperactividad de ciertos niños constituye un motivo de consulta muy frecuente en mi despacho de Psicólogo infantil en Tenerife.
Parece que los colegios se han poblado -de modo casi «epidémico»- de niños inquietos, que se distraen con facilidad. Niños que se muestran desatentos, que presentan obstáculos en la aceptación de normas y exhiben conductas impulsivas.
Los maestros relatan “No termina las tareas, está parado todo el tiempo, no atiende, molesta a los compañeros” Los padres me dicen en consulta: “En casa es igual, no para un segundo, no hace caso,interrumpe todo el tiempo, él quiere hacer todo rápido, las tareas son un calvario.”
Un diagnóstico controvertido
Ante este pedido, un diagnóstico simplista afirmaría la posibilidad de encontrarnos con un trastorno de gran popularidad en estos últimos años llamado ADHD (Attentional Deficit Human Disorder) o ADD (Attentional Déficit Disorder). En España denominado Trastorno por déficit de atención que puede incluir o no hiperactividad (TDAH), del que se informa de porcentajes excesivamente altos de alumnos por aula -en el momento de escribir este artículo inicial el porcentaje se estimaba en un 5% de la población, hoy ronda el 10% en España se interpolan los datos de estados unidos asumiéndose el mismo porcentaje) siendo más frecuente en niños que en niñas. (Antes 4 niños por cada niña y ahora se habla de 2 niños por una niña, sólo que las niñas suelen manifestarlo de una manera menos evidente)
¿Un trastorno nuevo?
Las dificultades que describe el trastorno no son nuevas, antiguamente se le denominaba daño cerebral mínimo, y los niños que lo sufrían debían recibir un tratamiento farmacológico adecuado junto a una terapia psicológica y/o psicopedagógica. Ahora según la clasificación europea del trastorno expresada en la CIE-10 -clasificación de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud– lo denomina Trastorno hipercinético y se aconseja la valoración y tratamiento médico- psicológico – psicopedagógico. En España el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en España toma la etiqueta diagnóstica y otorga ayudas (Becas NEAE) para reeducación a niños con esta dificultad.
Características de los niños con dificultades de atención e hiperactividad
Este trastorno presenta las siguientes características: exceso de actividad; dificultades de concentración, de atención, problemáticas en el lenguaje, ansiedad, impulsividad, inestabilidad emocional. Con la repercusión que estas dificultades provocan en el aprendizaje. Pero, la característica más importante a mi entender de un diagnóstico apresurado de éste trastorno es que gracias a su existencia muchos niños son diagnosticados con esta patología, como vía de escape de otras situaciones. De esta forma se descompromete a los niños, a sus familias, a la escuela y a la sociedad en general de lo que está sucediendo. Es una tendencia que no sólo se aprecia en este diagnóstico y que lleva a una patologización excesiva de la infancia y la sociedad. A veces se presenta junto al diagnóstico de Dislexia, que es otro trastorno controvertido desde sus inicios.
Impresiones como especialista en Psicología infantil
Repetidas veces me he encontrado con niños que al llegar a mi consulta de psicólogo en Tenerife se presentan como hiperactivos antes que por su propio nombre. «Vengo porque soy hiperactivo» ,»Soy TDA». Mostrándome de una manera descarnada como cada niño, sujeto ha quedado desplazado, aplastado en su singularidad. Además esta etiqueta diagnóstica reduccionista (TDA/TDAH) no me aporta nada en particular de ese niño singular que llega a mi consulta de psicología infantil en Tenerife. Desde mi mirada, muchas veces se trata de diagnósticos simplistas desde una mirada reduccionista.
Lo grave de este diagnóstico es que «se hace es diagnosticarlo de un modo invalidante, con un “déficit” de por vida, luego se lo medica y se intenta modificar su conducta».*1
Para realizar el diagnóstico se suelen utilizar cuestionarios cargados de términos confusos y sumamente subjetivos que deben completar padres y maestros, los cuales no pueden ser observadores objetivos, ya que están sumamente implicados. Que un niño se mueve demasiado o interrumpe cuando sus padres hablan puede dar lugar a muchos grados de interpretación y la infancia misma es un tiempo de aprendizaje en cuanto a la capacidad de espera, tolerancia a la frustración, control de sus impulsos se refiere.
¿Todos en la misma etiqueta?
Existen innumerables casos en donde estos signos están presentes y no nos encontramos frente a esta patología, sino que estas dificultades son secundarias o reactivas a situaciones conflictivas del hogar o de la escuela. Otras veces, estos signos no son percibidos fácilmente en donde merced a una particular forma de funcionamiento familiar, la hiperactividad de los hijos no es vivenciada como problema.
Debajo de estos niños TDA me encuentro con niños con diversas dificultades, muy diferentes unos de otros. Existe el debate sobre si existe realmente el TDAH o no según distintos enfoques teóricos dentro de la ciencia, pero más allá de este debate lo que me parece más preocupante es si esta etiqueta TDAH se usa para incluir niños con problemáticas muy diversas a veces de gran gravedad y que no están recibiendo la atención que realmente requieren. No es que los niños no tengan nada, es que muchas veces se trata de niños psicóticos, chicos que han sufrido abusos sexuales o malos tratos. Niños que han atravesado situaciones de grandes cambios recientemente, como inmigrantes o adoptados, o niños que han sido retirados a sus familias luego de experiencias de abandono, maltrato y/o desprotección y se encuentran en pisos tutelados o en acogimiento familiar.
Existe consenso en la comunidad científica que lo que se denomina TDAH refleja situaciones complejas ligadas a diferencias patologías. Sin embargo, esto suele no ser tomado en cuenta.*2 «No desconocemos la importancia de los trastornos neurológicos, de los desarrollos actuales en neurología y del recurso de la medicación como privilegiado en ciertas patologías. Pero consideramos que en este caso se atribuye a un déficit neurológico no comprobable problemas muy diferentes» (Benasayag, L., 2002; Tallis, J., 2004; Rodulfo, M., 2005; Solter, A., 1998).
La medicación en los niños
Muchos niños que he atendido en mi consulta han llegado con una indicación farmacológica como primer y única intervención, a veces desde edades muy tempranas. Una medicación que no cura que muchas veces sólo sirve para enmascarar una problemática más grave que se manifestará en un futuro o encubre deterioros que se profundizan a lo largo de la vida. Medicamentos que en muchos casos sólo sirven para ocultar el síntoma y no profundizan en que lo pueda estar originando o en que situaciones se presenta. Que se han salteado un estudio pormenorizado de la estructuración psíquica del niño, su contexto, sus temores y angustias.
Pasa a ser la solución mágica de la medicación -cuando funciona- en donde no hay un momento de reflexión y crítica frente a la forma particular de vida. Una solución «mágica». Una medicación dada para tener efecto inmediato sin ninguna elaboración por parte del sujeto que sufre y por parte de su familia. Padres, que a veces desconocen realmente la medicación psicoestimulante que sus hijos reciben, la mayoría a base de anfetaminas (Adderall, Dexedrine, Vyvanse) o de metilfenidato (Concerta, Ritalin, Daytrana, Focalin, Metadate, Methylin, Quillivant) y las consecuencias a largo plazo que este consumo puede provocar.
La hiperactividad de nuestros días
Teniendo en cuenta la cultura actual que fomenta un estilo de vida hiperactivo. Que exige una carrera continua para no perder un trabajo. Para no quedar fuera del sistema. Una cultura de lo inmediato, del recambio tecnológico constante, del ¡todo ya!, del consumo insaciable y de la insatisfacción permanente. ¿Se puede descartar la influencia que este entorno puede tener en el favorecimiento de conductas hiperactivas?, ¿Qué espacio nos dejamos para autoconocernos, reflexionar sobre las necesidades de la familia, cuidar la salud, el espíritu?
«Con frecuencia nos encontramos padres desbordados, padres deprimidos, docentes que quedan superados por las exigencias, un medio en el que la palabra ha ido perdiendo valor y normas que suelen ser confusas» (Duché, D., 1996; Fernández, A., 2000; Golse, B., 2003; Fourneret, P., 2004; Jensen, P.S., 1997). Familias en donde falta la figura de autoridad dejando a los niños, a veces expuestos a situaciones que aun no pueden representarse.
Estos niños que nos son comprendidos en su dificultad -acusándolos erróneamente de vagos, caprichosos, malcriados- y que no pueden controlar lo que les sucede, suelen entrar en un círculo vicioso de baja autoestima, frustración, rechazo que puede conducir a un futuro de mediocridad laboral y social. Suelen ser niños que sufren y presentan dificultades de aprendizaje. Niños o jóvenes que necesitan una mirada comprometida e investigadora de lo que ocurre. Niños que requieren ser escuchados, comprendidos en su malestar acompañados.
Una ayuda para los niños
Los psicólogos infantiles estamos convocados a brindar a los niños con estas dificultades un espacio de contención. Ayudándoles a comprender sus dificultades, dándoles un lugar donde ser escuchados y parte activa de la búsqueda de soluciones para poder dotarlos de mejores herramientas para su desarrollo futuro y sus aprendizajes. En un trabajo conjunto- entre docentes, psicólogos infantiles, pediatras, psicoanalistas, psiquiatras infantiles, familias y el propio niño- podremos construir un futuro más propicio que les permita vivir en armonía.
Bibliografía de referencia:
*1 Consenso de expertos del área de la salud sobre el llamado «Trastorno por déficit con y sin Hiperactividad». Beatriz Janin, Silvia Bleichmar, Ricardo Rodulfo, Marisa Rodulfo, León Benasayag, Jaime Tallis, Juan Carlos Volnocih, Mónica Oliver, José R. Kremenchusky, Mario Brotcky, Héctor Vázquez, Marilú Pelento, Sara Slapak, Isidoro Gurman, Estela Gurman, M. Cristina Rojas, Silvia Pugliese, Gisela Untoiglich, Miguel Tollo, Jorge Garaventa, Isabel Lucioni, Mabel Rodriguez Ponte, Rosa Silver, Elsa Kahansky, Gabriel Donzino, Juan Vasen.
*2 Investigaciones citadas (Lasa Zulueta, 2002; Benasayag, L. 2002; Cáceres, L. 2000; Valentín, E. 1996; Daumerie, N. 2004; Gibello, B. 2004; Warren, 1997; Gaillard, 2004) Citadas en web AAPIPNA