¿Qué necesita una mamá en el postparto? Psicólogo Perinatal
Suele ser más frecuente que pensemos en las necesidades del bebé y no de la mamá en el postparto, con razones de peso. La gran invalidez con la que los seres humanos llegamos al mundo, y las necesidades abrumadoras de alguien que nos cuide y sostenga emocionalmente para sobrevivir nos llevan a ocuparnos principalmente del bebé. Conocemos las profundas huellas que en el modo de ver, sentir y relacionarse en el mundo dejarán estas primeras vivencias, lo que convierte la tarea de acoger al recién nacido en un reto de primer orden, aspecto que las madres no suelen pasar por alto. Pero, ¿Y las mamás? ¿Qué necesitan ante esta tarea que tienen entre manos? Bueno entre manos, pechos, cuerpo entero, corazón, alma, mente… Y es que la llegada de un hijo sacude a la madre por completo.
Solemos escuchar de muchas madres que el día que nació su hijo fue el más feliz de su vida, a lo que yo agregaría… y que quizá ha sido el más complejo, desconcertante, emotivo sin duda, excitante, temeroso, tal vez también angustiante. Posiblemente no faltaron las lágrimas, ni el cansancio, ni la emoción conjunta con la pareja, quizá pudo ser el día más salvaje con todo lo que implica el trabajo de parto. Pocos temas convocan a hablar más a una mamá que del día en que dio a luz. Siempre puede expresar algo más: que por cesárea, parto normal, largo y extenuante, corto y gratificante, doloroso, glorioso, que se sentía sola o acompañada, respetada o incomprendida. En fin, pero qué implica esta experiencia crucial para una madre. ¿Qué le demanda? ¿Qué puede necesitar ella en este momento del postparto?
Hablaré de necesidades frecuentes en el postparto -denominadas normales si es que existe algo así- en situaciones en donde las cosas han ido bien para la madre y para el bebé. No descartó que existen otras ocasiones de mayor complejidad que requieren cuidados específicos, tanto para el bebé como para la madre. Aunque en este artículo me centraré en las necesidades únicamente de las madres que son las que ponen el cuerpo -y todo su ser- al dar a luz. No dejo de pensar en las necesidades de muchas parejas, algunos hombres ante este momento en que se convertirán por primera -o una vez más- en papás, pero hoy me ocuparé de ellas.
Un lugar mental para el bebé
«Se le hinchan los pies,
De parto ♥ Joan Manuel Serrat
el cuarto mes, le pesa en el vientre
a esa muchacha en flor
por la que anduvo el amor
regalando cimientes».
Para comprender mejor el postparto empezaremos por entender la relación particular que la mamá y el bebé van creando desde la gestación. Donde las vivencias y fantasías subjetivas experimentadas por la madre -en correlación con la evolución fetal- irán configurando en ella un nido mental en donde el bebé podrá ser sostenido. Así como el embrión se debe implantar físicamente en el útero materno para continuar su desarrollo, también requiere establecerse psíquicamente, haciéndose un lugar en el mundo interno de su madre, donde irá adquiriendo un significado particular a lo largo de los meses de gestación.
El bebé va ocupando un lugar en las ensoñaciones, pensamientos, anhelos y temores de su mamá. Ella lo imagina, lo recrea en su cabeza, fantasea escenas, le busca un nombre y a su vez el bebé en desarrollo le genera sensaciones nunca antes experimentadas. Esta precoz relación sensorial interoceptiva de la mamá con el bebé se traduce psíquicamente en un vivenciar erógeno, en tanto circula entre emociones, percepciones, afectos y representaciones. Cada sensación, cada imagen captada en las ecografías, da lugar al despliegue del mundo fantasmático de la madre, donde lo corporal y lo psíquico se van entrecruzando. Será durante el parto donde esta vivencia de lo corporal llegará a su máxima expresión.
El alumbramiento
Dar a luz a un bebé es uno de los acontecimientos de mayor intensidad en la vida de una mujer. No sólo porque se encuentra con un bebé aún por conocer sino también porque se verá confrontada ante sus propios aspectos desconocidos. Ella irá naciendo como madre (Stern) a la par del nacimiento de su hijo y se irá moldeando a través de diversas vivencias que la transformarán desde su interior.
Alumbrar, dar a luz expresan el momento final de la gestación, pero también hacen referencia a disipar la oscuridad y el error e iluminar o dar claridad a algo o a alguien. Parir puede significar expresar acertada y claramente lo que se piensa, y sacar a la luz algo que estaba oculto. Si bien es cierto que luego del parto podemos por fin ver y empezar a conocer a ese bebé imaginado, eso de que todo se aclare y se disipe no se yo… más bien encontramos claros entremezclados con sombras de diversa oscuridad. Y es que el parto es un evento puntual y abrupto que produce un intenso desconcierto tanto en la madre como en el bebé.
Estar de parto además de dar a luz puede expresar partir, tanto como quiebre o división como camino que se empieza a recorrer. Mamá y bebé no sólo cortan el cordón que los une sino que “parten” para dar lugar a dos seres con caminos separados aunque psíquicamente aún permanezcan en profunda fusión. Esta discontinuidad psicosomática de la separación puede dar lugar en la madre a la irrupción de diversas angustias no siempre conscientes y de diversa intensidad.
Algunas experiencias subjetivas y objetivas del parto pueden dar lugar a que esta separación sea vivida por la madre con violencia, reactivando la memoria del registro inconsciente de las separaciones primordiales, aquellas producidas en el contexto instintivo con el cuerpo de su propia madre (Julia Kristeva). Algunas mamás, durante el parto, pueden sentirse desestructuradas, otras tal vez pueden enfrentar esta situación a través de mecanismos obsesivos, donde el dolor y la ansiedad quedan controlados, o negados en los estados de mayor disociación. (Anne Bouchart-Godard) La singularidad de cada parto y las vivencias subjetivas del mismo demandarán una cierta digestión o elaboración psíquica posterior de diversa duración e intensidad en cada mujer (durante el postparto) los días siguientes al nacimiento del bebé.
El puerperio
Se suele hablar de parturientas o recién paridas, refiriéndose a las madres que acaban de dar a luz; pero también parida suele tener otro significado ligado al despropósito o la simpleza. Es verdad que en el puerperio hay algo de despropósito, bueno mucho más bien, pero, ¿de simpleza? Yo pienso que si alguna vez hubo algo de simpleza en el puerperio se ha esfumado. Ya que más bien al parto suele seguirle una etapa en donde la mujer se encuentra inmersa en sensaciones de desorientación, confusión temporo-espacial y fragilidad; y a la vez está expuesta casi de inmediato a emociones muy primarias que caracterizan el intercambio entre mamá y bebé, por lo cual se encuentra en un escenario sumamente complejo.
Los olores, el llanto, los gemidos, los roces se constituirán en intercambios capaces de evocar los aspectos más íntimos en la propia madre, que -cuando las cosas han ido bien- podrán ser guía en el encuentro y conocimiento de su bebé y sus necesidades. Y es que ella que está agotada, tal vez con sus puntos, sus pechos ardiendo y envuelta en un torbellino de emociones está expuesta a sus experiencias primitivas y a las que provienen de su bebé. A la vez la imperante necesidad de supervivencia de su bebé le exige poder buenamente como pueda interpretar, decodificar, contener y dar respuesta a las señales de intercambio y comunicación que el bebé transmite para sostener emocional a su hijo/a.
El bebé recién nacido se las rebusca durmiendo y manteniendo sus ojitos cerrados el tiempo que le hace falta. Luego decide espiar un poquito aquí o allá, los vuelve a cerrar, se duerme… Y es que todo es nuevo, olores, sonidos, colores, voces, sensaciones térmicas, modos de ser sostenido y sensaciones internas ausentes en el vientre materno. Pero a la mamá en cambio le toca reponer sus fuerzas como va pudiendo, esperando la alineación de los planetas para dormir, llevando como buenamente puede su desconcierto y a la vez no desistiendo de ocuparse de ese pequeñito que la enamora y agota a la vez.
El estado de fragilidad física y psíquica en el que deja el parto a una mujer, junto a la demanda que el recién nacido representa, pueden propiciar la irrupción de impulsos, ansiedades y fantasías que hasta antes había conseguido contener o reprimir, amenazando su equilibrio emocional de manera puntual o desencadenando diversas problemáticas, por eso es importante conocer el estado que atraviesa una mujer en el postparto para saber que es inevitable, normal y que cuando ese equilibrio emocional perdura más de la cuenta poder acompañarla en la búsqueda de ayuda psicológica.
La intimidad
«Cuida de mis manos, cuida de mis dedos
Cuídame ♥ Pedro Guerra
dame la caricia que descansa en ellos
no maltrates nunca mi fragilidad
yo seré la imagen de tu espejo…»
Para algunas madres esta fusión inicial con su bebé en donde ella debe pensar en él y por él (Michelena) puede despertar sensaciones de disfrute y gozo que la convocan a entregarse profunda e íntimamente como un modo de ir elaborando el dolor de la separación y la pérdida. El inicio de la lactancia en estos casos se ofrece como el emblema de la mayor intimidad entre mamá y bebé, que no se repetirá en ninguna otra relación posterior en la vida.
Una vez pasados los primeros días de dolor, incomodidad y dudas, si la sintonia en la lactancia se consigue ayuda a la mamá reafirmándola en su nuevo rol y reduce su ansiedad lo que contribuye a que se encuentre más receptiva a su vez con su bebé. Posiblemente el bebé logra consolarse y alimentarse mejor y ambos entran en un circuito de fortalecimiento mutuo.
Pero a veces, esta profunda fusión entre mamá y bebé puede despertar amenazas por la confusión y pérdida de identidad llevándolas -no necesariamente de un modo consciente- a distanciarse de su bebé y desconocer sus necesidades. En éstos últimos casos el llanto del bebé puede evocar en la madre sensaciones arcaicas de dolor y desamparo. A veces el rechazo hacia lo que representa el bebé consigue ocultarse a través de recursos socialmente aceptados, como enviar a la guardería, contratar una niñera o volver precipitadamente al trabajo. No me refiero a cuando no hay opciones sino a cuando existiendo otras posibilidades surge la urgencia a volver cuanto antes a «ser la de antes» un imposible engañoso pero a veces presente.
Y es que no se si hay algo que angustie más que escuchar el llanto de un recién nacido y no lograr calmarlo. Para la mamá, el papá, la abuela, los tíos, y hasta para el vecino, ese llanto paraliza y todos prueban modos con la ilusión de que sirvan de consuelo. Una vez conseguido que el bebé se duerma, todos vuelven a respirar, y a vivir.
Ser madre en estos tiempos
No paso por alto la realidad en la que vivimos y las severas complicaciones con las que las madres nos encontramos en la conciliación familiar que complejizan aún más el escenario. Así y todo hay mamás que desarrollan sus propias fórmulas para poder conservar su vida profesional y gozar de la maternidad. Ligada a la posibilidad materna de replegarse en la maternidad y progresivamente reincorporarse en sus espacios creativos, profesionales, laborales encontramos las posibilidades de red de apoyo con las que las mujeres cuentan (madres, tías, hermanas, vecinas, amigas…) y fundamentalmente por el sostén de su pareja.
Las representaciones de la maternidad tan presentes en nuestra cultura, nos muestra como modelos ideales madres abnegadas que se ven empujadas a a negar sus necesidades, fantasías y deseos pulsionales. Mujeres privadas o censuradas para compartir sentimientos de tristeza, frustración, agotamiento, rabia y odio, ya que se trata de sentimientos todos ellos incompatibles con éstas representaciones de maternidad idealizada. Sentimientos que cuando no cuentan con espacios en donde reconocerse, expresarse y/o compartirse los solemos encontrar en nuestras consultas psicoterapeuticas ocultos en diversos estados depresivos (Kristeva).
¿Qué necesita una mamá?
La mamá parturienta para poder contactar y conocer el mundo de su bebé necesita poder replegarse de sus actividades cotidianas. Se trata de una entrega que no entiende de horarios y la centra en comprender a su bebé, interactuar con él, alimentarlo y calmarlo. Y esta tarea lleva mucho tiempo de interacción y paciencia. Ya poco a poco cuando vayan transcurriendo las semanas el padre irá cobrando protagonismo si es su deseo, de momento tiene un lugar crucial indirectamente como sostén de la madre.
Para ayudar a una mamá tener en cuenta todas las recomendaciones básicas de cualquier manual de supervivencia en el postparto no son suficientes pero si necesarias. Detallaré algunas: Contar con alguien que se ocupe del estado de la casa, del cuidado de hermanitos mayores cuando los hay, de poner lavadoras, acercarse a la farmacia, estar al tanto de las obligaciones de la vida cotidiana, pagar la hipoteca, preparar comida, etc. Aspectos de sentido común, presentes la mayoría de las veces.
Claro que también ayuda dar el baño al bebé, cambiarle los pañales, cogerlo en brazos o darle algún biberón, pero cuando la madre lo solicita explícitamente. Ella no necesita en este primer momento del postparto un día libre en el que la abuela se lleve al bebé (como lo agradecerá enormemente un tiempo después). Mamá y bebé están muy fusionados para eso y ella aún necesita comprenderlo y saber que necesita esa personita en particular, ese bebé único y con un temperamento diferente, que nace en un momento de pareja particular (cuando se cuenta con pareja) y en una circunstancia de la madre específica que no comparte con ningún hermano, ni gemelo.
«Recetas» para ayudar a la mamá
A las mujeres durante el postparto no les vale para sentirse madres nutricias las recetas genéricas de tantos mililitros de leche cada ciertas horas, ya habrá tiempo de eso… De momento al bebé lo alimenta de calostro, pero también lo nutre de su olor, de su forma de sostenerlo y acariciarlo, lo sostiene con su voz, con el ritmo del corazón cuando lo duerme en sus brazos. El bebé se nutre del modo en que es acogido en este espacio aéreo en el que estrena sus pulmones y sus sensaciones consecuentes de la fuerza de gravedad.
Ante el agotamiento o frustración de la mamá la tendencia de las personas que la rodean es a coger al bebé, cuando no en todos los casos puede ser lo que realmente la reciente mamá esta necesitando en el postparto. Puede ser más útil sacar a dar un paseo al hermanito mayor o hacer la compra en el super y dejar a la mamá recostada, dormitando, observando y/o alimentando a su bebé.
Las mamás necesitan poder encontrar, desarrollar, crear su propio modo de vivir la maternidad y cuidar de sus hijos. Nada puede ser más dañino en los momentos de dudas, cansancio y desconcierto ante lo desconocido de ese bebé recién nacido -nuestro pero ajeno- que una persona llámese, madre, suegra o matrona que en su lugar de “saber hacer” impida a la madre encontrar su propio saber hacer.
Los efectos pueden ser devastadores según el grado de responsabilidad desplazado a otras personas para la autoestima y bienestar de una madre en el postparto. No me refiero a dar una ayuda, a poder ofrecer: ”duerme una siesta descansa y yo me encargo unas horitas”, que en momentos pueden ser de gran necesidad para recuperarse luego de noches sin dormir o llantos prolongados del bebé. Sino a cierta apropiación del cuidado del bebé que suelen darse justamente cuando la madre parturienta se encuentra en un estado de gran sensibilidad y confusión.
Un consejo venga de quien venga se agradece, veinte en plena frustración del postparto -aunque sean de la “mamá más experta” entorpecen en la posibilidad de la reciente madre de encontrar su propio modo en el que vincularse y entenderse física y emocionalmente con su bebé. Y del gozo de encontrar modos en los que consolarlo, dormirlo, alimentarlo o tranquilizarlo.
Y fundamentalmente durante el postparto necesita de un gran soporte afectivo y emocional que le brinde seguridad que por añadidura le trasmitirá a su bebé. Poder compartir sus dudas, sus incertidumbres, sus emociones hasta las más difíciles de aceptar sin sentirse juzgada o inadecuada.
Suele necesitar comprensión de parte de su pareja también en el plano sexual. Ya que el deseo por el parteneir suele verse profundamente afectado por un tiempo.
Existen diversas explicaciones físicas y psicológicas que explican esta alteración de la vida sexual de la pareja después del parto, el cansancio, los cambios hormonales, la pérdida de espacios de intimidad y la preocupación por el cuidado de los hijos. Y es que la mujer parturienta más allá de las posibles molestias físicas suele experimentar cierta extrañeza ante su propio cuerpo con el que tendrá que poco a poco reencontrase. Ya no tiene a su bebé en su vientre pero aún no se reconoce. No le apetecen los tacones de antaño (que luego volverá a disfrutar) ni tiene el tiempo de mirarse y ocuparse de ella como antes del bebé. Ya poco a poco podrá mirarse, de momento está capturada en el brillo de esos ojitos que la derriten.
Y por supuesto siempre que lo quisiese o necesitase, poder contar en el postparto con un espacio profesional en el que conjuntamente madre-paciente y psicólogo, en contexto de respeto mutuo, iniciar un recorrido para encontrar juntos el modo de llevar a cabo la mejor madre que pueda ser.