Desarrollo psíquico y emocional a través del lenguaje
¿Cómo influye el lenguaje en el desarrollo psíquico y emocional?
«Cuida de mis ojos, cuida de mi cara
abre los caminos dame las palabras
no maltrates nunca mi fragilidad
soy la fortaleza de mañana… »
♥Cuídame. Pedro Guerra y Jorge Drexler
Desde la Psicología sabemos que el bebé es un ser de lenguaje. Sus primeros balbuceos van dirigidos a alguien, generalmente su mamá, con quién espera reencontrarse en su mirada. Sus quejas, pequeños o grandes sollorozos tienen una intención comunicativa. Mostrar algo de lo que siente y no sabe de que se trata. Una mamá asertiva e intuitiva es capaz de reconocer en las primeras semanas distintos tipos de llanto. Algunos desesperantes, mostrando dolor; llantos de incomodidad, otros de necesidad de estar sostenido, física y emocionalmente.
Son las mamás quienes pueden dar sentido a esas primeras muestras de comunicación. Decodificar lo que puede suceder, es una de sus funciones primordiales, con esto me refiero a quién cumple la «función materna», no necesariamente la madre biológica. Sino a aquella persona que tiene la presencia y continuidad suficiente para registrar y compartir la secuencia de las cosas del día. Quién sabe cuando ha comido un poco menos de lo habitual o ha estado más quejoso/a que otras veces. Que va registrando esas señales de las que se vale un bebé para ser entendido y puede devolvérselas con un sentido. «Te duele la tripita será que tienes hambre»
Los bebes entienden y necesitan esa transformación semántica que le permite empezar a conocerse y conocer el mundo en el que se encuentran. La mirada, el tono de voz, la manera de sostenerlo, la manera de hablarle, posibilitarán sentirse más comprendido e incluido en su ambiente. Volver a escuchar ese tono de voz que lo acompañó durante toda su gestación es gratificante y tranquilizador.
Dificultades en la infancia
Muchas de sus dificultades una vez puestas en palabras se resuelven del mejor modo en el desarrollo de ese niño. Por pequeño que sea, un niño al que el padre o la madre le hablan de las razones que conocen o que suponen de su sufrimiento, es capaz de superar la prueba conservando la confianza en sí mismo y en sus padres.
Desde edad temprana el niño es ser de lenguaje ya que está abierto al sentido del lenguaje, así como al sentido humanizante de la palabra, que se le dirige con compasión y verdad a su persona. En esa palabra el niño encuentra una sensación de seguridad y de pacificación coherente; más que en los gritos, las reprimendas destinados a hacerlo callar, que a veces logran su objeto vehiculizados por el miedo. El temor obtura, muchas veces su deseo de conocer sobre el mundo que le rodea, al que puede vivir como desconocido, amenzador y en el que siente que él tiene poco que aportar, decir.
En Psicología neonatal sabemos que los niños muy pequeños expresan su sufrimiento con disfuncionamientos vicerales, digestivos, pérdida del apetito y del sueño, agitaciones o apatías, en casos más graves mediante una indiferencia general a todo y la pérdida del gusto por jugar y alborotar.
El retrazo en el desarrollo del lenguaje, los trastornos de motricidad, las perturbaciones de carácter son signos mas tardíos de la pérdida de comunicación lingüística con el ambiente. Estos fenómenos precoces muchas veces pueden ser ignorados por los adultos, que se contentan con esperar a que llegue la edad escolar, dando lugar a que éstas situaciones se vayan agravando o que busquen un nuevo camino en el que manifestar su malestar.
¿Hablar con los niños?
Precisamente esta comunicación humanizada se olvida con frecuencia en nuestros días cuando se trata de los niños, testigos constantes de la pareja parental y privados de la palabra dirigida a su persona. » Es muy chiquito él no se entera», «¿Hablarle? ¡Si sólo tiene tres meses!» escuchamos en numerosas oportunidades, en un intento de «ahorrarle el sufrimiento» que la verdad puede ocasionar. Padecimiento en el que se ve avocado a asumir en soledad y entendiendo lo que va pudiendo. ¡Eso sí! aprendiendo a que no tiene derecho a ser informado de los sucesos que le atañen y mucho menos a manifestar su desagrado.
Esta falta de palabra ocurre con frencuencia en familias en las que los padres se ven con dificultades para compartir su tiempo con el niño, a veces excusados en sus excesivas horas de trabajo, o inadecuada organización de tareas a realizar. Familias en las que se evidencia la falta ese adulto que sabe hablar, cantar, acunar, reconciliar al niño consigo mismo, en la tolerancia que muestra a sus manifestaciones de sufrimiento.
El niño, en estos casos, queda intentando reconocer lo que le pasa en soledad, malentendiendo situaciones o no pudiendo reconocer sus sensaciones más primarias. A veces queda al cuidado en guarderías en extensos períodos o asistiendo a numerosas actividades extraescolares, espacios con otras funciones de gran valor, pero que no pueden suplir ese reconocimiento sobre las propias necesidades, emociones, sensaciones corporales, impresiones del mundo, que le aporta la comunicación emocional más íntima en la familia y que aporta un sostén para que el futuro desarrollo del niño pueda seguir su cause. Los niños requieren de esa persona en la familia que responde con sinceridad a todas sus preguntas, y que sabe despertar su inteligencia a la observación, al razonamiento, al sentido crítico.
Entender el mundo
Esa avidez de comunicación siempre existió y continúa existiendo, porque lo propio del ser humano consiste en expresarse y en buscar, a través de las barreras de la edad y de la lengua una comunicación con los demás, y también es propio del ser humano sufrir por su impotencia si no puede hacerlo y por la impropiedad de sus medios.
Algunas situaciones familiares son demasiado delicadas, entran en juego demasiados procesos inconscientes en las pérdidas de comunicación dentro de una familia, para que los padres puedan volver a encontrar la serenidad necesaria para este tipo de reflexión. Tanto más, cuanto que los padres en dificultades esperan de sus hijos y de sus éxitos el consuelo a sus propios fracasos personales o ilusiones incumplidas.
En esos casos, acercarse a una consulta de psicología y psicoanálisis puede ayudar en las dificultades que presentan los niños, pero fundamentalmente puede asistir a los padres que se encuentran en dificultades, a pensar sobre lo que les despierta la relación con ese hijo, a reflexionar sobre los aspectos que más difíciles les resulta comprender de él y que puede estar afectando su manera de comunicarse con el niño. Para poder empezar un camino que lleve a descubrir o desarrollar nuevos modos de vincularse emocionalmente entre los miembros de la familia. Un espacio donde comprender a sus hijos en su singularidad para poder socorrerlos en lugar de hacerlos callar o ignorar los signos de sufrimiento infantil.