Tomo la maleta y regreso
Psicología y migración
El regreso en la migración. temas de Psicología e inmigración.
«Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno…»
♥ Volver. Carlos Gardel
Las fantasías de regreso nos acompañan de cerquita a los emigrantes, a veces como dice el tango, como luces a lo lejos o faros que nos encandilan. Casi que uno se acostumbra a convivir con ellas de alguna manera. Fantasías que nos acompañan y sirven de consuelo a los emigrantes, pero que le son vetadas a los exiliados y a los refugiados, ya que en tanto la partida como la imposibilidad de retorno les son impuestas.
¿Qué inmigrante no se interrogó en algún momento su retorno? ¿estaré aquí por siempre? ¿es lo que quiero? ¿y si me voy? ¿y si regresamos? ¿qué dejo? ¿a qué accedo? Cuántas veces hemos oído a quienes nos rodean (aquí o allá) preguntarnos: ¿Piensas volver? ¿ya no vuelves más?
Posibles desencadenantes del regreso
«Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy
por todo y a pesar de todo
mi amor yo quiero vivir en vos…»
♥ Serenata para la tierra de uno. María Elena walsh.
En ciertas situaciones críticas de la vida del inmigrante pueden cobrar una mayor intensidad las ideas de retorno o de una nueva migración: enfermedades graves, pérdidas de seres queridos, separaciones… ¿Por qué ocurre? Porque muchas de éstas situaciones nos acarrean nuevas pérdidas a las ya cuantiosas pérdidas que llevamos de exceso de equipaje en la experiencia migratoria. Pérdidas no siempre reconocidas conscientemente.
El regreso y la familia
«…Tengo a mi esposa y mis hijos
que me los traje muy chicos
y se han olvidado ya
de mi México querido
del que yo nunca me olvido
y no puedo regresar…»
♥La jaula de oro. Los tigres del norte
La decisión de volver, nunca es una decisión fácil y menos cuando implica a todo un núcleo familiar. En las familias suele haber discrepancias enormes en los deseos individuales, ¿volver, no volver?, ¿volver a dónde?, ¿a qué?, ¿volver en la adolescencia luego de transcurrir la infancia?, ¿volver en la vejez ? Y es que cada miembro de la familia vive la fantasía de retorno según su tamiz personal entretejido por su subjetivad, historia y marcas personales, vivencias y representación interna de la familia.
Hay ciertos casos en donde las discrepancias suelen ser de mayor intensidad, por ejemplo: cuando en la familia hay hijos nacidos durante la migración o hijos que han acompañado en la migración, éstos pueden enfrentarse a una propuesta paterna de regresar a un lugar del que nunca han sido parte. También puede ocurrir en parejas constituidas en el lugar de acogida, en donde la decisión de regreso de un cónyuge puede arrastrar al otro a emigrar.
El retorno del exiliado
Todo retorno es complejo y no existen soluciones unívocas al respecto. Hasta exiliados que han vivido largos años en otro país y que no contaban con una posibilidad de retorno, una vez que les fue posible, no lo han tenido tan claro y algunos han decidido permanecer en la tierra que los acogió. Y es que mucho se ha remado, cuantioso lo perdido y valioso lo conquistado. Como dice el dicho ha corrido mucha agua bajo el puente. La vida ha seguido y sigue, aquí y allá. Las personas continuamos envejeciendo, enfermando, enamorándonos, creciendo, aprendiendo, muriendo, otros naciendo, a veces del otro lado del océano sin poder acompañarnos.
La idealización del retorno
«Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos….
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón…»
♥ Serenata para la tierra de uno. María Elena walsh.
Cuando las fantasías de retorno se intensifican y cronifican pueden dificultar el nuevo arraigo. Los emigrantes para poder echar raíces en la nueva tierra necesitamos reconocer y transitar ciertos duelos, postergarlos o negarlos además de interferir en nuestro proceso de adaptación nos provocan a la larga mayor dolor. En las fantasías de retorno intensas puede aparecer la tierra dejada en un lugar de idealización, en donde el paraíso perdido se pudiese recuperar al retornar. «Los verdaderos paraísos, son los perdidos» nos alertó Jorge Luis Borges, donde lo perdido -eso así de ese modo exacto- nunca es recuperable ni reemplazable ni sustituible. En éstos casos el retorno suele provocar un choque intenso al confrontarse con una realidad muy alejada de la idealizada.
Retornos necesarios
«Como me cuesta marcharme
me cuesta quedarme
me cuesta olvidar
el olor de la tierra mojada
la brisa del mar
brisa del mar,
llévame hasta mi casa
brisa del mar».
♥Un país con el nombre de un río. Jorge Drexler
Hay retornos necesarios, pedidos a gritos, que se han hecho esperar y que pueden aportar y enriquecer enormemente. Lo que es inevitable es el nuevo proceso adaptativo -no menos costoso que el anterior- que requiere. El quedarse o el regresar nunca sale gratis, algo se pierde y algo se gana como en cualquier decisión de la vida. Algunas puertas se nos van cerrando, otras las vamos cerrando, para dar lugar a otras puertas -no todas- que nos den la bienvenida. Lo que irremediablemente nunca puede tenerse es lo no vivido y suele provocar un gran sufrimiento a los emigrantes. Me refiero al no poder estar en las situaciones que nos gustaría estar y en los sucesos (políticos, sociales, económicos, climáticos, artísticos, formativos..) de los que ya no formamos parte en nuestro entorno dejado.
Volver a casa ¿casa?
«Estoy aquí de paso
yo soy un pasajero…//
Estoy aquí sin nombre
y sin saber mi paradero…//
Si quisiera regresar
ya no sabría hacia dónde…//»
♥ Tres mil millones de latidos. Jorge Drexler
El inmigrante aunque retorne no puede regresar. ¿A dónde regresa? la historia siguió su curso, las vivencias propias lo transformaron profundamente, sus seres queridos que también han experimentado sus propios cambios. ¿regresa a una etapa que ya fue? ¿una edad que no se tiene? ¿a qué hogar?
Una vez que uno se ha ido, ninguna casa vuelve a ser MI HOGAR. Tiene que ver con la sensación perdida del sentirse en casa. Aunque haya otras casas ya no serán su hogar. Ya no será lo que fue y eso duele. Hay una frase muy presente en los emigrados que dice: «Mi casa es el mundo, mi hogar es mi tierra». Un hogar que llevamos dentro, en el corazón, pero que ya no es irremediablemente el mismo dejado.
¿Quién vuelve?
«Perdí noción de tiempo y de lugar…//
Será que las cosas, no vuelven al mismo lugar
pero igual, te espero, en algún lugar, te espero… //
♥ Caballos Salvajes. Andrés Calamaro
Volver es comprobar que ya uno no es exactamente el que se ha ido, que quienes se han quedado han envejecido, han hecho nuevos amigos, han vivido experiencias que no nos incluyen y esto puede ser sumamente doloroso e inevitable. El nuevo país aunque sea el propio es ahora algo desconocido por los cambios ocurridos, tanto en la realidad externa como en el mundo interno de cada sujeto.
Ya las cosas no son lo que eran, ni uno es el que era. Aunque algunos aspectos se mantengan, ya es uno el que no puede vivirlos con el placer de antaño. Las experiencias nos han enriquecido y seguramente nos han permitido conocernos un poco más a nosotros mismos y de ellas hemos aprendido y tomado dentro nuestro también aspectos valiosos de la otra cultura. Sería penoso, llamativo y preocupante, que hubiésemos permanecido como inmigrantes de un modo hermético, distantes e impolutos ante la cultura y sociedad en la que estuvimos inmersos.
Los temores del regreso
«Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida…
Tengo miedo de las noches
que pobladas de recuerdos
encadenan mi soñar…»
♥ Volver. Carlos Gardel
Suele ser frecuente experimentar una cierta resistencia a volver al país de origen aunque las situaciones sean propicias. El temor al reencuentro, a las emociones que se podrán vivir en el país antes dejado, el no saber cómo uno podrá sentirse. Es esperable esta contradicción entre el deseo que motiva la decisión de retorno y cierto rechazo o temor ligado al presentimiento de un nuevo duelo en puertas y una reacomodación de los vínculos tanto con el nuevo (antes viejo) país y el ahora dejado.
Quién ha emigrado ya tiene una experiencia del coste emocional que le representa una nueva migración, que aunque sea al viejo lugar antes conocido habrá que transitar. Se trata de un nuevo esfuerzo inevitable en todo cambio, que se presenta anticipado por cierto temor y ansiedad. Posiblemente el inmigrante que decide retornar, independiente de ser una buena o mala decisión ( si esto pudiese evaluarse), quisiese evitar las ansiedades, emociones, reajustes y experiencias que sabe van a demandar de él mucho trabajo y dedicación.
Los psicoanalistas Argentinos León y Rebeca Grinberg nos hablan del país propio como la expresión máxima de la familia propia, y a su vez, la frontera que limita con la familia extraña y desconocida. Pero, a esta altura de los acontecimientos los términos se han invertido: el país de origen se ha hecho extranjero, extraño para uno, mientras que el país al que se emigró se ha hecho familiar. De manera que es explicable la resistencia a iniciar la experiencia, como si de una nueva migración se tratara.
La frente marchita
La elección de dejar a un país o quedarse, viene acompañado de sentimientos de culpa. Si se prefiere a uno, implica no haber querido otros, gente y lugar, de este modo la culpa viene acompañada de ingratitud. «Uno puede sentirse egoísta y expuesto a ciertas formas de castigo, entre ellas la amenaza de fracaso»(Grinberg y Grinberg).
Se suelen experimentar otra vez los sentimientos vividos en la primera emigración: los objetos abandonados amenazan con distintas formas de retaliación y castigo, por haber osado vivir independientemente de ellos, lo cual puede acarrear la pérdida inmediata de protección y amparo. El retorno también puede reactivar la fantasía de ser el hijo pródigo, que recupera al padre, pero a través de alguna forma de fracaso.
El incremento de temores a encontrarse con un hogar-país poblado de figuras resentidas y reprochadoras que, desde fuera y desde dentro, no desean el éxito al que un día los abandonó por un sitio que consideró más apetecible y seguro, puede dificultar la ya difícil tarea de reinserción.
A rodar la vida
«Descubrí que al fin de cuentas esto es un juego
todo empieza siempre una vez más…
a rodar, a rodar mi vida…»
♥ A rodar mi vida. Fito Paéz
Volver también tiene otra cara más amable, que permite el reencuentro con cosas que se creían perdidas y numerosas veces añoradas. Pero, uno querría recuperarlas sin duelo alguno, sólo sumar nunca restar, y ésto es inevitable. Volver tiene un aspecto compensatorio que permite tal vez realizar cosas que en tiempos en tierras lejanas cobraron mayor valor poder hacer: visitar lugares, realizar actividades que en otros tiempos fueron pospuestas.
Tal vez, lo que sorprende a todo retornado es la confluencia de dos tipos de sensaciones y sentimientos contradictorios a la vez. Unos más conscientes que van ligados a la alegría, exaltación y curiosidad, y otros más difíciles de reconocer -inconscientes- de tipo depresivos como desgano, tristeza, episodios de insomnio o somnoliencia y síntomas físicos diversos. Y es que los objetos perdidos y dejados en el otro país, una etapa, un lugar y un cierto reconocimiento conseguido, cuando ha sido así, requieren un nuevo proceso interno de adaptación. Empezar una vida nueva, requiere aceptar una que se deja o que se pierde.
Uno nunca vuelve, siempre va
«No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
ser feliz es mi color
de identidad…»
♥ Facundo Cabral
Los psicoanalistas León y Rebeca Grinberg han destacado (luego de sus investigaciones y recolección de numerosos testimonios de inmigrantes, emigrantes, exiliados, retornados en España, Sudamérica e Israel, junto a su propia experiencia migratoria) que el proceso de integración es siempre costoso y de alguna manera se encuentra presente y moldeable durante toda la vida del inmigrante, incluyendo el proceso de reintegración en el país de origen.
Aunque uno lo desee ya nunca podrá reintegrarse total y absolutamente. Las experiencias y costumbres del país y la sociedad a la que uno emigró nos impedirán poder participar espontáneamente de muchos fenómenos y experiencias ante las cuales mantendremos, de por vida, una actitud critica y distante. En mayor o menor grado, uno convivirá con el sentimiento de no ser de ningún sitio. «No soy de aquí, ni soy de allá»
Al retornar, los ojos que miran ya no son idénticos de los que miraron al irse. Y este mirar las cosas desde una nueva perspectiva consume también mucho tiempo y energías, lo cual explica que la reintegración tenga que hacerse a lo largo de los años y quizá no llegue nunca a ser total. Siempre su relación con todo quedará mediatizada por la experiencia migratoria. A cambio de todo ello, uno puede sentirse algo más «ciudadano del mundo»
Bibliogarfía de referencia:
Grinberg, L. y Grinberg, R. (1984). «Psicoanálisis de la migración y del exilio». Alianza Editorial, Madrid.
Serie Psicología e inmigración: La maleta del inmigrante, La identidad en la migración Psicoanálisis aplicado- Un proyecto en un campo de refugiados.