Selfies, adolescentes e identidad
Las selfies pueden ser divertidas y creativas, una variante más para comunicarnos que nos oferta la tecnología, en donde evidentemente se ponen de manifiesto ciertas características culturales actuales. Tiempos en donde la imagen, la presencia en las redes sociales, lo que los otros nos devuelven, la inmediatez y la evanescencia toman un lugar protagónico.
La captura de la propia imagen
«Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas…»
El otro. Jorge Luis Borges
Las selfies o autofotos no se realizan solas, siempre son llevadas a cabo por algún ser humano o primate*1 con algún motivo para realizarla. Tenemos selfis compartidas con seres queridos que pueden representar una manera de hacerlos partícipes de eventos en los que no pueden estar presentes, o un modo de acercar alguna impresión especial vivida durante un viaje. También hay selfis de famosos, deportistas, de la realeza, un papa que se hace selfis y por supuesto millones de selfis de adolescentes -y otros que ya no lo son- en las redes sociales.
Numerosos artistas se pintaban a si mismos Van Rijn Rembrandt, Vincet Van Gohg, Salvador Dalí y Diego Velázquez en «Las Meninas», son sólo algunos. Para Frida Kahlo el autorretrato se convirtió en el eje central de toda su obra. «Me pinto a mí misma porque a menudo estoy sola y porque soy el sujeto que mejor conozco» respondía sobre su obra al ser entrevistada.
Tal vez podemos considerar a la amante de Napoleón, Virginia Oldoni, condesa de Castiglione (1837-1899) una de las primeras en utilizar de manera repetida el autorretrato fotográfico, haciendo alarde de su juventud, dedicando jornadas exhaustivas para el cambio de vestuario.
Hoy el referente del autorretrato digital seguramente lo encontramos en Instagram, previos retoques, sin entrar necesariamente a valorar el carácter artístico o no de unas u otras creaciones.
Las selfies de los adolescentes
Quienes trabajamos con adolescentes o convivimos con ellos, solemos ver repetidamente ese acto de mirarse y fotografiarse; -las Selfies le han ganado terreno a las horas frente al espejo- con un gesto, ensayando otro, con una postura, con otra… tal vez como buscando en esas imágenes respuestas a las cosas que aún les inquietan. ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿Que siento al verme? ¿Qué sienten los demás al mirarme?
A veces se hacen retoques digitales, imaginan sus cuerpos alargados, achicados, se cambian de color el pelo, en un juego en solitario o compartido en la web en el que poder buscarse o encontrarse. Muchas de esas imágenes subidas a la web intentan cumplir con un ideal estético y erótico, que pueden estar mostrándonos un afán por comprobar la propia capacidad de atraer, de gustar; pensemos que en la adolescencia la sexualidad está en plena ebullición y la identidad aún en construcción.
A las selfis en esta etapa las podríamos pensar, tal vez, como un instrumento más en la búsqueda o captura de algo que aún el joven desconoce de sí mismo, enigma que en cierta manera nos acompaña toda nuestra existencia pero que en la adolescencia toma una magnitud excepcional. La psicoanalista Diana Sahovaler nos habla de que el deseo de capturar la propia imagen, no es nuevo, cautivó desde siempre, en un intento de captar algo de nuestro ser, de poder vernos y dejarnos ver. En donde la imagen tiene un valor que muestra algo de nuestra identidad, que parece darnos consistencia como personas y comunica a otros quienes somos.
Por eso en los adolescentes podemos pensarlo como si nos dijese “este soy yo”, con mi novia, de vacaciones en la montaña, tocando el chelo, realizando alguna actividad o de fiesta con los amigos. Y en este decir «soy yo» espera el feedback o devolución de los demás; que tiene una gran relevancia en la construcción de la identidad. “La opinión de los demás ocupa un lugar fundamental para construir nuestra autoestima, definir nuestro lugar en el mundo, alimentarnos de afectos, pero también para provocar afectos en los demás de todo tipo: valoración, alegría, envidia”. (Sahovaler)
Imágenes que se comparten desde el móvil, transmisiones en directo, que esperan muchas veces una respuesta en tiempo real, de inmediato. Hoy el móvil y sus posibilidades de estar «siempre» conectados se ha convertido en la herramienta privilegiada de comunicación entre los adolescentes -y adultos-, para quedar con los amigos, para conocer gente, intercambiar experiencias y para ligar. Algunos espacios en Internet sirven a los adolescentes de éstos tiempos, para propiciar el encuentro con sus pares que antes se realizaba en la calle, en las plazas, hoy el ciberespacio es un lugar donde intercambiar conversaciones, opiniones, sensaciones; es verdad que a veces bastante escuetos donde las palabras pueden cambiarse por un Like.
La identidad en la adolescencia
«Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.»
El otro yo. Mario Benedetti
Diversas pueden ser las ocasiones para compartir fotos, pero, existen momentos en los cuales la identidad tambalea, en donde la necesidad de ver, mostrar la imagen y recibir comentarios que confirmen nuestra existencia o constancia en la vida afectiva de los otros se pone de relieve. Podemos entender que el joven adolescente invadido de interrogantes y enigmas sobre sí mismo y su sexualidad, dedique gran parte de su tiempo a realizar estas acciones.
Los adolescentes se encuentran entre la disyuntiva de dejar de lado su identidad infantil para dar paso a una identidad de adultos. Se modifica su manera de ver y sentir el mundo que les rodea, sus figuras de identificación y a si mismos. El cuerpo les ha cambiado, ya no se reconocen en ese cuerpo infantil que sabían manejar. Experimentan sensaciones insólitas o desconocidas, surgen nuevas fantasías y pensamientos. Aspectos que participan del despertar pulsional que forma parte de su proceso de desarrollo adolescente y que provoca un gran desconcierto y exige un gran trabajo psíquico elaborativo. Según sea el modo como estos se vivan y resuelvan, y de como sea el transito en esta etapa adolescente dará lugar a un desarrollo en mayor o menor grado de su autonomía que caracterizará su adultez y los modos de relacionarse en la familia.
El lenguaje de las selfies
Se suele censurar la ostentación de lo íntimo pero existe una estimulación social a hacerlo. Subir fotos implica participar del azar de resultar elegido, en donde la fama pasa por el ser visto. “El diario íntimo del siglo XXI se plasma en las redes sociales, en donde imágenes o vídeos que hoy se comparten y difunden en tiempo real, van dejando testimonio de cada paso” . Pero, “alimentar un perfil revela no sólo la dependencia del otro, sino también el intento de manifestar una singularidad y un recorte subjetivo, desafiar una uniformidad globalizante, reconocerse”. (Sahovaler)
Se realiza una mayor mención a la hiper exposición que las personas podemos hacer en el Internet, pero el mundo virtual puede servir tanto para mostrarse en exceso como para ocultarse. Es decir, hay chicos que pueden compartir imágenes en el mundo virtual, pero sólo eso, ya que por otro lado permanecen encerrados y aislados de compartir lazos vivenciales, afectivos, sexuales con otros jóvenes. Los encuentros «reales» con otros se rigen por otros aspectos, no pueden editarse, no pueden mostrar sólo los días guay y para muchos chicos estas «imperfecciones» tan típicamente humanas parecen no tener lugar.
Como todo lenguaje, los contenidos y los modos de expresión en la web dan cuenta de particularidades. La hiper exposición muchas veces da cuenta de una necesidad. “A veces nos presentan a través de la imagen situaciones de alto impacto que desafían mandatos sociales, o desnudan los fracasos y soledades de la vida cotidiana, y que suelen “viralizarse” en las redes sociales al provocar la identificación de miles de espectadores que corroboran con sus “entradas” el interés de la dramática explícita”. (Sahovaler)
Tenemos jóvenes y no tan jóvenes para quienes la obtención de cierto reconocimiento en su imagen cobran una dimensión de angustia en los que ya no se puede jugar a encontrarse, a construirse, sino que es reemplazada por una búsqueda «compulsiva» dando lugar a dificultades en la aceptación del propio cuerpo y todo lo que uno es. En éstos casos la imagen puede servir de intento fallido por llenar un vacío, que lleva a buscar la «imagen perfecta» que se desvanece y que nunca es.
Los ídolos tan típicos de la adolescencia, en éstos casos no sólo despiertan la exaltación o la admiración sino que pasan a ser el ideal -de fama, éxito, felicidad– en el que «convertirse» dejando de lado lo que uno es, moldeando también lo que se debe desear, hacer y el cuerpo «perfecto» a tener. En donde la imagen pretendida de perfección -siempre parcial- intenta fallidamente agotar la subjetividad.
Imagen y subjetividad
Los seres humanos ante los derroteros impuestos o propuestos por la cultura de cada época, (cánones de belleza, objetos de consumo, ideales) hemos tenido siempre que buscar modos singulares de posicionarnos en el mundo. Si bien nos alimentamos afectivamente de la mirada de los otros y nos resulta crucial lo que ellos nos devuelven para la construcción de nuestra identidad, no somos un mero espejo de quienes nos rodean.
Tampoco recibimos pasivamente las propuestas homogeneizantes y uniformantes de nuestro entorno actual, ni reproducimos como robot patrones establecidos, estandarizados, programados. Sino que vamos construyendo nuestra versión, desde nuestras posibilidades, vamos dando forma a lo recibido, matizando ciertos aspectos, dando lugar a otros, por eso ante las tendencias sociales podemos darnos un margen de libertad que nos permita despegarnos o recortarnos como sujetos con deseos propios. La subjetividad no se agota en la imagen y si bien nuestro retrato puede mostrar aspectos de nuestra identidad, somos mucho más que la foto que nos sacamos.
Citas biblográficas: Sahovaler de Litvinoff, Diana (2016) El sujeto escondido en la realidad virtual. De la represión del deseo a la pornografía del goce. Ed. Letra Viva
1 Suceso curioso que mantiene la disputa entre el dueño del aparto fotográfico y una famosa biblioteca on-line sobre los derechos de autor de una Selfie realizada por un mono Macaco.