Señales de sufrimiento en la infancia
Los psicólogos infantiles sabemos que los niños pueden mostrar su sufrimiento de diversas maneras. Algunas sutiles y otras veces ruidosos pedidos a gritos, que buscan ser registrados por quienes se ocupan de su cuidado. Cuando un padre o una madre dispone de sensibilidad para registrar el sufrimiento infantil, cuenta con mayores posibilidades para ayudarlo o buscar la manera de poder ser ayudados con lo que ese sufrimiento podría estar dando cuenta.
A veces, pequeñas modificaciones del contexto permiten aliviar la situación: bajando un poco el ritmo de actividades, hablando con sinceridad sobre lo que puede estar ocurriendo -que a pesar de los esfuerzos no puede modificarse- o pudiendo observar si alguna cuestión presente en la dinámica familiar o escolar pudiese estar implicada en el malestar.
Otras veces esta valiosa detección de parte de los padres del sufrimiento del niño les permite solicitar ayuda profesional que contribuya a buscar modos para estar y sentirse mejor del niño y de la familia. Ya que ver a un hijo sufrir también suele despertar inquietud, preocupación y sufrimiento en padres y hermanos.
Todo sufrimiento tiene un sentido
No hace falta que los padres o la familia atraviesen un momento complejo (duelo, separación, enfermedad) para que los niños presenten dificultades. A veces el sufrimiento infantil puede aparecer ante cuestiones que los adultos no le damos mayor trascendencia pero que para el niño puede tenerla. Por ejemplo, ante la llegada de un hermano. Sus padres pueden estar contentos porque ya no estará solito y el niño temiendo que ya no se ocupen de él. Tal vez para muchos padres resulta evidente que seguirán cuidándole pero para el niño que ya ha visto a su mamá más cansada o distraída puede ser señal de que muchas cosas ya están cambiando, generándole incertidumbre. Cada niño, desde su singularidad, manifestará sus dolencias psíquicas de un modo siempre particular.
Algunas manifestaciones del malestar
Algunos niños pueden pedir ayuda verbalmente pero en la mayoría de los casos su pedido se muestra a través de cambios de humor o en su comportamiento. Un niño que pierde el apetito repentinamente, que llora con frecuencia, que está excesivamente alterado o irascible, puede estar pidiendo ayuda. Cada manifestación tendrá un sentido para cada niño y no pueden tomarse como indicaciones genéricas para todo niño, habrá que ver en cada caso que mensaje el niño nos quiere hacer llegar.
Hay niños que hacen rabietas con frecuencia, otros se muestran excesivamente tímidos en sus relaciones sociales. Niños que sufren de ansiedad, se muestran inquietos e insatisfechos, pueden estar necesitando ayuda. Otros se niegan a alimentarse o no pueden dejar de comer. Pequeños que enmudecen o que con sus interrupciones no permiten otras conversaciones. Que presentan severas dificultades en el proceso de adquisición de la lecto-escritura y el cálculo. Niños que sufren pesadillas continuadas o que las rutinas de higiene y conciliación del sueño se vuelven un campo de batalla.
Niños que presentan conductas agresivas, comportamientos provocadores, bajos resultados escolares, que pueden despertar nerviosismo también en los padres y generar, en algunos casos, agresividad, ya que se interpretan como comportamientos intencionados de desobediencia. Sin embargo, también pueden ser reacciones secundarias ante el malestar infantil ante situaciones que puedan estar atravesando y que no encuentran otro modo de expresión. Muchos de estos niños una vez que se sienten comprendidos y contenidos modifican completamente su comportamiento.
Señales de sufrimiento más silenciosas
Un niño al que le cuesta dormir o se orina, a quien sus maestros observan inquieto o desconcentrado, un niño que es rechazado por sus amigos. Todas estas escenas cuando se repiten, se vuelven excesivas nos muestran diferentes manifestaciones del sufrimiento infantil.
La inhibición en la infancia también puede ser una señal de dificultad igual de intensa que el mal humor que muestran otros niños en sus caprichos repetidos. A veces una sobre-adaptación no se detecta o no genera tanto malestar en el contexto que le rodea, pero puede estar mostrando graves dificultades. Niños callados, pasivos, que responden a las consignas, a veces pueden estar mostrando un gran temor al desarrollo autónomo, dificultades en su creatividad y pensamiento.
Algunos niños sufren los celos de un modo abrumador, que altera sus modos de relacionarse en la familia. a otros les cuesta aceptar cualquier norma. Niños apáticos, que no muestran interés por situaciones o cosas que les rodean. O niños que piden sistemáticamente objetos que nunca los colman. Otro niños presentan severas dificultades para compartir y jugar.
Niños que se aíslan, que no mantienen su mirada, que cambian de actividad con continuidad o permanecen en ellas de manera repetitiva y compulsiva. Que rompen y dañan sistemáticamente sus pertenencias o su cuerpo, de golpe en golpe, accidente en accidente. Niños que no pueden dejar el ordenador, la tableta o el móvil, que lo llevan pegado como una parte más de sí mismos, cuando van el auto, en la calle.
El sufrimiento infantil no desaparece con la edad
A veces se tiene la creencia de que con el crecimiento, con la maduración del niño, los problemas se resolverán por sí mismos. Lo que muchas veces provoca esperas con un gran pesar para padres e hijos cuando no se produce ningún cambio y en algunos casos sólo se incrementa el malestar. Algunos niños que no han podido ser registrados en su malestar en la infancia pueden mostrar cambios repentinos y virulentos en la adolescencia, complicando las futuras intervenciones.
Las dificultades pueden cambiar pero el sufrimiento permanece. Suele ser frecuentemente en los niños que sustituyen sus problemas o conflictos unos por otros, esto sucede porque las dificultades funcionan como señal de que algo no va bien. A esta manifestación de que algo sucede o no va bien, se la denomina en psicoanálisis síntoma. Y un síntoma siempre es una señal que viene a decirnos algo cuyo mensaje es importante comprender para que éste pierda su poder.
Los síntomas son formaciones de cada sujeto que nos permiten entender el modo particular en que cada niño se defiende de su sufrimiento. El niño no es ajeno a su sufrir, no es una víctima de su enfermedad o de su entorno. Es un sujeto activo que se defiende de las agresiones tanto internas como externas que pueda estar viviendo.
Pedir ayuda al psicólogo infantil
Para un padre y/o una madre suele resultar doloroso ver sufrir a su hijo. Alguno puede sentirse heridos ante la impotencia de no encontrar modos de ayudarlo a aliviar su malestar. Por eso, muchas veces no resulta fácil como padres pedir ayuda profesional para un hijo.
Pero, la mayoría de las veces cuando logran vencer ese temor, suelen encontrarse ellos también contenidos y aliviados. Sobretodo cuando el profesional ha podido escucharlos con sensibilidad y los integra en este trabajo conjunto, padres, hijo, terapeuta para intentar comprender que puede estar queriendo mostrar ese niño a través de su malestar y desde allí encontrar, desarrollar modos siempre personales que permitan aliviar el sufrimiento.
Los posibles miedos a ser enjuiciados o valorados en su capacidad de cuidado suelen desaparecer luego de las entrevistas con el profesional. Y en todo caso si existiese preestablecido de antemano – que dudo que exista una receta igual a todos- algo valioso que un padre puede ofrecerle a un hijo no tiene que ver con saber siempre y en todo momento que hacer, sino por darse la oportunidad de enriquecerse y aprender juntos cada uno del otro.
Un trabajo conjunto
Cualquier preocupación, justifica pedir una consulta con el especialista, no es cuestión de grados de gravedad sino de sensibilidad y percepción. En algunos casos, en unas pocas sesiones o una entrevista que aclare la situación, se logran establecer cambios realmente sorprendentes.
Otras veces, puede requerir una valoración más detenida y compleja de los factores que pudiesen estar implicados. Dependerá de la historia de cada niño, de esa familia, del tipo de dificultad, del motivo que da origen a ese sufrimiento, de los recursos de las familias para cambiar, del propio niño y del contexto que propicie o entorpezca los cambios necesarios para que el sufrimiento pueda mermar.
Los modos diversos en los que los niños manifiestan su sufrimiento, desde mi punto de vista, no pueden ser entendidos dejando de lado los distintos sistemas interrelacionales en los que el niño participa y de los que se sostiene. Cuando pienso en niños, pienso en sujetos que no son un mero organismo, ni un puro procesamiento cognitivo, sino una integración cuerpo, cognición, deseo, que dan cuenta de un niño singular, que forma parte de una familia en concreto y de una escuela específica y que a su vez pertenece a una sociedad característica en una época determinada y desde esta complejidad parte mi intervención.
En trabajo conjunto entre familia, niño/a y psicólogo infantil, podemos propiciar un alivio duradero a su sufrimiento.