Trying – Ciclos – Un proceso de adopción
Trying nos acerca, en modo comedia, algunos de los problemas y avatares que acompañan los procesos de adopción. Lo hace a través de un humor típicamente británico, aunque el sustrato está compuesto por contenidos complejos, a veces dolorosos, que despiertan un gran abanico de fantasías, conscientes e inconscientes. Y es que el humor permite jugar y ablandar un poco esos temas más astillosos y complejos que pueden acompañar las dificultades que se interponen ante el deseo de ser padres/madres, tener un hijo, formar una familia… A través del humor pueden expresarse aspectos que de otro modo difícilmente tendrían voz. Por ejemplo: la esterilidad o la infertilidad, con todas sus afectaciones en el narcisismo y la sexualidad en general para cada miembro de la pareja. También la envidia y lo políticamente incorrecto encuentran su expresión a través del humor y lo vemos en la ficción.
El deseo de adoptar
Desde lo irrisorio o a veces el absurdo, capítulo a capítulo, nos convoca en la conformación de un deseo que va tomando forma atravesando prejuicios, miedos, recuerdos de la propia infancia, idealizaciones, incertidumbres… Un deseo- siempre singular- que tiene que ver con un dar y un recibir y con necesidades presentes desde el inicio desde ambas partes. No sólo los hijos/as tendrán que ser adoptados, los padres/madres también tendrán que ser adoptados por ese niño/a, nos dice Françoise Dolto.
Los deseos – siempre singulares y no necesariamente conscientes – que llevan a adoptar pueden ser diversos: deseo de ser madre/padre, deseo de tener un hijo/a nos hablan de escenarios distintos… Como también difieren las historias familiares que empiezan a construirse, previas a la adopción, en las que no están ausentes una gran cantidad de fantasías: fantasías respecto al origen del niño/a, de los antecedentes biológicos-hereditarios y también sociales.
El tren que ya pasó
La serie comienza con el registro del paso del tiempo, ese Miércoles que se pasó, esa adolescencia que se ha quedado atrás. Esos óvulos que ya no ofertan posibilidades, ese embarazo que no puede ser. Vemos a Nikki (Esther Smith) y a Janson (Rafe Spall) sentados, desconcertados en un banco al haber agotado sus opciones de tratamiento. «¿Y ahora que hacemos?» Pregunta Janson. A lo que Nikki responde: «Morirnos un poco y seguimos tirando con lo que quede» Presentándonos todo un trabajo de duelo al que se ven abocados los protagonistas, una aceptación de lo que no puede ser, lo que no se puede tener, es decir de las propias limitaciones. Esto no es patrimonio de las parejas infértiles, pero adquiere un rasgo específico en ellas.
Los duelos en la adopción
La adopción no es un tapón que obtura y niega de manera maníaca la propia castración, presente en todo ser humano. Por eso se espera que la persona o pareja que acude a la adopción a causa de la esterilidad pueda acudir a ella sin culpas, ni resentimientos y con el duelo por al renuncia a la propia capacidad reproductiva lo más elaborado posible. No es fácil tanto para el hombre como para la mujer, pues entran en juego sentimientos muy profundos. Más, cuando vemos como en la sociedad, la paternidad y la maternidad, a veces parecen tener un lugar de un logro en sí mismo, como un toman un aspectos más que «hay que tener» y a veces a cualquier coste. Y todo esto hará falta poder elaborar y despejar.
Hablo de duelo como un trabajo de reorganización psíquica interna de los cambios acontecidos. Que puede atravesar diversas etapas, no sólo abarca la tristeza, como a veces se cree, puede mostrarse a través del miedo, de la rabia, el malhumor, la apatía y también por momentos más negacionistas o conciliadores que se intercalan para dar lugar en el mejor de los casos a la aceptación. Para que este trabajo de duelo se dé hace falta tiempo, aunque él en sí mismo no es garantía de que esta elaboración se realice.
Vendrán más duelos, en el ajuste en el encuentro si se da con ese niño/a, padre/madre deseado. Del lado de los padres y de los niños/as. Del niño/a: por el abandono inicial, por la persona con la que se ha vinculado, si es un niño mayor y ha tenido la oportunidad. A veces, se acompaña de un duelo migratorio, cuando de adopciones internacionales se trata.
La idoneidad
Trying nos invita a acompañar a una pareja que luego de un período de intentos frustrados para lograr un embarazo, decide adoptar a un niño/a. Nos muestra – con mucha ficción – los periplos para obtener la idoneidad que les de acceso a la adopción de un niño/a y algunas fantasías que durante este proceso se desencadenan, por ejemplo el gran temor a no ser considerado/a adecuado/a para el cuidado, protección, comprensión y sostén de un menor con la movilización interna que estas miradas externas puestos sobre cada uno de ellos puede despertar.
El mundo interno
En Trying , pienso el Camden Market como metáfora, por un lado de lo antiguo – de la propia historia de los futuros padres, sobre todo la historia infantil – que vale la pena revisitar y que se remueve con la llegada de un hijo, sea este adoptivo o biológico. Donde aparecen baratijas junto a objetos de gran valor, todo expuesto, mezclado y dispuesto a escoger y conservar lo valioso, lo que puede tener un nuevo lugar y lo que se va descartando por el camino. Y por otro, un mercado de oportunidades para crear y gestar algo nuevo, que habilita otro uso, en un tránsito desde la identidad de niños a adultos, y de hombre/mujer a padre/madre. Todo un trabajo de identificaciones y desidentificaciones.
Según avanza la serie, los personajes van atravesando “ciclos”, realizando también su propio recorrido de crecimiento, como pareja, en el ámbito profesional, reacondicionando espacios y resignando aspectos. Ciclos que se espera que aporten aspectos novedosos y den lugar a la generación de espacios mentales a la par que físicos, para poder acoger a un niño.
El trabajo de ajuste entre lo esperado y lo encontrado, entre el padre/madre imaginado y el que realmente es; entre el niño/a esperado vs. el que llega, será otra pieza crucial para la consolidación de la adopción. Un ajuste que requerirá un cierto trabajo de reordenación interna, de resignaciones y aceptaciones.
Las funciones parentales
Hoy la parentalidad parece haberse convertido en una profesión en sí misma, saturada de recomendaciones y lineamientos a aplicar. Los cuales, desde mi punto de vista, interfieren en la capacidad de resonancia interna que cada padre/madre cuenta para conocer a ese ser único que se incorpora y que tiene necesidades físicas y afectivas singulares. Por eso, para poder encontrarse con ese hijo/a que llega, no bastan manuales, ni recetas estandarizadas.
No se trata de pasos a seguir, ni indicaciones como si de un manual de uso de cualquier aparato se tratase, sino del ajuste entre las necesidades y las respuestas ante esas necesidades. De como los padres con su espera, capacidad de renuncia, sacrificio y aceptación de lo diferente de ese hijo que viene a integrarse en una pareja pueda generar que un encuentro intimo sea posible. También se requerirá cierta capacidad para transmitir normas que permitirán al niño el acceso a lo cultural más allá de lo instintivo.
La entrega no significa «dejarlo todo» para ese hijo (lo cual no creo que pueda ser así y por otro lado el peso que para él hijo esto pueda tener) sino de poder ajustar los espacios de autonomía, seguridad, separaciones y encuentros, que sostengan al niño y le permitan su desarrollo.
La parentalidad en la adopción
En los padres adoptantes además se suma una función clave que tiene que ver con el acompañamiento de los duelos por los que el niño debe atravesar. Para que un niño pueda llevar a cabo el trabajo de duelo necesita de un adulto que lo acompañe en su tránsito, que ayude a expresar, poner palabras, hasta a veces a lo que no se sabe… No sólo se trata de hablar de sus orígenes como si de una mera transmisión de información se tratase, sino de ayudar al niño a entender parte de lo vivido.
El niño no viene con un vacío a llenar, sino que viene con una prehistoria afectiva, emocional y con una experiencia traumática de abandono, muchas veces vivida antes de la adquisición del lenguaje, que requerirá de la comprensión y sostenimiento de la familia adoptiva para poder elaborar lo mejor que pueda. Aquí no se trata de «llevarlo al psicólogo para que él se encargue», sino de como cada padre/madre – tal vez con ayuda profesional en algún caso – pueda encontrar su modo de acompañar a su hijo/a para elaborar el dolor y fortalecer el contacto emocional.
La diversidad de familias
Para terminar, no quiero dejar de mencionar que la serie muestra una pareja tradicional (hombre-mujer), que no necesariamente es garantía de que las funciones parentales se desarrollen satisfactoriamente. Sino, más bien, que dichas funciones vendrán ligadas a la salud mental de las personas que ejercen la función de progenitores ya sea en forma conjunta o monoparental.
En la diversidad de familias actuales, la posibilidad de construir las funciones parentales de manera adecuada hoy no viene definida por el deseo manifiesto a ser padre o madre, ni por contar con el reconocimiento ante la ley de su cuidado del menor a cargo. Tampoco lo describe la capacidad económica con la que brindar oportunidades a los hijos. Ni lo define una clase social, ni un nivel formativo. Sino que: «Vendrá dada por la capacidad de cada individuo para procurar cuidados, constituirse en figura de apego segura y confiable, y en la posibilidad de poder brindar un ambiente facilitador que permita que el individuo logre desarrollar su potencial». (Monserrat, 2017)